CADA 26.000 AÑOS EL SOL AUMENTA SU IRRADIACIÓN Y PROVOCA UN CATACLISMO PLANETARIO
Los Sacerdotes Mayas del Sol –quienes fueron los científicos, astrónomos y líderes de su comunidad– registraron y estudiaron los movimientos de los astros para verificar una historia, heredada por sus antepasados olmecas, de los fundadores de su cultura. El relato afirmaba que el centro de la galaxia emitía cíclicamente pulsos de energía: al comienzo, en el punto intermedio y al final de un Gran Ciclo de 26.000 años. La energía excitaba al Sol induciéndolo a irradiar más energía hacia la Tierra. Cuando esto sucedía en el punto intermedio del ciclo, la energía, a pesar de ser elevada, no era destructiva, aunque producía vastas transformaciones en la naturaleza que afectaban a la sociedad desarrollada por el hombre Pero cada 26.000 años –al comienzo y al final del ciclo– la intensidad de la energía recibida era muy alta, lo que provocaba un cataclismo que destruía la civilización sobre la Tierra.
La historia tenía sentido para olmecas y mayas, ya que ellos creían que todos formamos parte de un organismo superior al que llamaron Hun'ab K'uh. Hun que significa primero, 'ab que significa estado o manifestación, K’uh que significa Dios. La primera manifestación física de Dios. Su mente organiza una serie de ciclos para impulsar la transformación de las entidades que –a distintas escalas– anidan en su interior. Así garantiza que su consciencia evolucione y pueda llegar a comprender que todo lo que sucede es perfecto, porque está sustentado por la neutralidad del amor. Ellos creían que en el centro de la galaxia, palpitaba regularmente el corazón del Universo –al que llamaban Hun'ab K'uh– emanando la energía que mueve a todo lo que existe. Cada 13.000 años Hun'ab K'uh emite pulsos más intensos de energía, a la cual llamaban K’uh Lel, que irradiaba hacia los sistemas solares donde existen la vida y la consciencia para inducir transformaciones y evitar que el sistema, al tornarse rígido, impidiera la manifestación de nuevas experiencias y de nueva sabiduría. Como el cataclismo era causado por el aumento de la energía irradiada por el Sol, llamaron una Era del Sol al intervalo en que una civilización podía expandirse sobre la Tierra antes que el astro rey la destruyera. La historia también contaba los eventos que experimentó la civilización anterior a la nuestra, la que nosotros llamamos la Atlántida y que ellos llamaron Kak Uleu o Tierra Roja.
EL DESARROLLO DE LA ATLÁNTIDA Y SU DESTRUCCIÓN SE AJUSTARON AL CICLO CÓSMICO DE 26.000 AÑOS
Su desarrollo se ajustó exactamente a una Era del Sol. Comenzó al iniciarse el Gran Ciclo pasado, cuando los sobrevivientes del cataclismo volcánico que destruyó a Lemuria –así se llamaba la civilización anterior a la Atlántida– llegaron a la cadena de islas Atlantes a sembrar un nuevo ciclo con la información que salvaron. A la muerte de los sobrevivientes, la ignorancia comienza a degradar la información inicial. Simultáneamente las nuevas experiencias permitieron que la nueva sociedad Atlante comenzara a acumular su propia sabiduría. 13.000 años después llegó al Sistema Solar la onda intermedia del gran ciclo, que catalizó un cambio rápido e intenso y muchos eventos difíciles que transformaron fundamentalmente su sociedad. En ese momento, la parte negativa de su cultura hizo que todo lo que no funcionaba de su sistema entrara en crisis. La colectividad tocó fondo y esto indujo una modificación del rumbo que llevaba. Surgió un nuevo orden y un progreso que consolidó un proceso de expansión que los llevó al clímax 13.000 años después. Justo en el momento en que el Sol, activado desde el centro de la galaxia, generó un rápido aumento en la temperatura del planeta. Se derritió el manto de hielo que lo cubría hace millones de años, lo que elevó en 120 metros el nivel del mar, generando el cataclismo global que destruyó a la Atlántida.
Olmecas y mayas consideraron de vital importancia transmitir esta historia a la humanidad futura. Ellos, que habían verificado que la realidad es cíclica, sabían que lo ocurrido a la Atlántida se repetiría de manera similar en esta Era del Sol. Su información nos permitiría prepararnos para la llegada de un momento de transformación, al cual llamaron “El Tiempo del No-Tiempo”, cuando la energía del nodo intermedio del Gran Ciclo llega nuevamente al Sistema Solar.
VIVIMOS “EL TIEMPO DEL NO-TIEMPO”, CUANDO SE CATALIZA LO NEGATIVO PARA QUE PODAMOS CORREGIRLO
Esa energía genera un Momento Evolutivo que cataliza lo negativo de nuestra sociedad: la codicia, el materialismo, los deseos de poder y control sobre los demás, la imposición de puntos de vista utilizando la ley del más fuerte. Esto puede producir conflicto y muy seguramente guerra si además se aplica una doctrina de ojo por ojo y diente por diente. Se generaría un enorme sufrimiento que nos llevaría a tocar fondo, a experimentar un acelerado proceso de cambio. Todo puede complicarse si no tomamos las decisiones correctas. Si adoptamos posiciones rígidas y no buscamos el consenso para solucionar los conflictos –única manera en que puede surgir un orden más armónico–, perderíamos el control de nuestras emociones. Reaccionaríamos violentamente y tomaríamos decisiones equivocadas–basadas en el miedo y en el odio– ante los eventos de crisis que pueden suceder. En ese caso podemos llegar a experimentar un proceso apocalíptico y destructivo que manifestaría el caos del Armagedón, la guerra final anunciada en el Apocalipsis. Tristemente, el nuevo orden sería creado por una humanidad diezmada y arrepentida por el terrible holocausto que generó la ignorancia. Sin embargo, de todas maneras el error serviría para impulsar un cambio de consciencia. Cambio que afianzarían nuestros descendientes, estremecidos de pensar que ese horror pudiera volver a repetirse. Los mayas profetizaron que experimentaremos un Momento Evolutivo que facilitará la amplificación de lo negativo para que -al enfocarnos en lo que no funciona- podamos corregirlo. La oportunidad es extraordinaria, porque amanece en la galaxia y nos ayuda la energía renovadora de la constelación de Acuario. Si tomamos las decisiones correctas aprovecharemos un momento único en 13.000 años para mejorar fundamentalmente nuestra vida y las condiciones de nuestra sociedad. Como veremos, los mayas verificaron que el ciclo existe, lo estudiaron y con las comprensiones adquiridas diseñaron los más precisos calendarios de todas las civilizaciones sobre la Tierra.
LOS MAYAS VERIFICARON LA EXISTENCIA DEL GRAN CICLO Y DISEÑARON LAS UNIDADES DE MEDIDA Y LOS CALENDARIOS PARA ENTENDERLO Y DIVULGARLO
Registraron y relacionaron sus hallazgos en distintas escalas: los movimientos de los astros, las transformaciones de la naturaleza y los eventos cíclicos en la vida del hombre. Lo que nosotros llamamos el paso del tiempo. Para ello, utilizaron unidades progresivamente mayores, todas múltiplos del número 20. Los ciclos en la escala de su vida cotidiana los midieron en días, los ciclos en la escala de comunidad que dependía de las estaciones los cuantificaron en meses, las etapas en la vida del hombre las registraron en años. Midieron las Eras del Sol –las cuales determinan la duración de las civilizaciones– en miles de años y los procesos divinos que ordena Hun’ab K’uh, en millones de años.
EL DÍA MAYA, AL QUE LLAMARON “KIN”, FUE LA UNIDAD BASE DE SUS MEDICIONES
Relacionaron sus investigaciones con el movimiento fundamental de la vida cotidiana, el giro de la Tierra sobre su eje, que produce un período de luz y actividad, seguido de otro de oscuridad y descanso. La unidad que usaron para representarlo es la base de todas las demás. La llamaron “KIN”, que significa día. En su visión, cada “KIN” es único y distinto a los demás. A pesar de ajustarse al mismo ciclo, la cantidad, la intensidad y el tipo de energía que recibe es distinta, lo que lo individualiza y le da características propias. La Tierra y –por lo tanto– el hombre reciben una combinación de energías que cambian dinámicamente, dependiendo de la posición que ocupa el planeta en relación con las fuentes que la irradian. Como el Sol, las constelaciones zodiacales, las estrellas que se ubican sobre el polo Norte y el corazón de Hun’Ab-Kú en el centro de la galaxia. Esa combinación también es afectada por la energía que reflejan la L
una y los planetas hacia la Tierra.
LA SEGUNDA UNIDAD ES EL “WIN’AL”, EL MES MAYA, QUE ES UN CONJUNTO DE 20 DÍAS
Lo asociaron al segundo movimiento fundamental de nuestra realidad, al desplazamiento diario de la Tierra en su órbita alrededor del Sol. El que determina las estaciones, las lluvias y por ende los procesos comunitarios más importantes, como la preparación de la tierra, la siembra y la cosecha. Un conjunto de 20 días que se ajusta a su sistema matemático vigésimal. Con él midieron los avances parciales de la Tierra por su órbita alrededor del Sol, la cual dividieron en 18 “WIN’AL Oob” (Oob es el indicativo de plural). Son 18 meses exactamente iguales (18 x 20 = 360 días) que completan un año maya o “TUN”, como lo llamaban ellos. Le adicionaron cinco días de transición entre el año que termina y el que comienza, para completar los 365 días.
EL “TUN” ES EL AÑO MAYA DE 360 DÍAS QUE LES FACILITABA LAS CUENTAS CON SU SISTEMA MATEMÁTICO VIGÉSIMAL
El “TUN” relacionaba los eventos y las etapas de la vida del hombre con órbitas de 360º alrededor del Sol. Le dieron una medida de 360 días para tener una equivalencia exacta entre cada día y cada grado que la Tierra se desplaza orbitando al Sol. Esto les simplificaba las cuentas y los cálculos astronómicos. Los cinco días de transición que llamaron los “WAY’EB” no formaban parte de la cuenta del ”TUN”. Los agregaban posteriormente –si los necesitaban– para un cómputo mayor de tiempo relacionado con el año solar, que obviamente sabían duraba 365,2422 días; cifra que dejaron tallada en Palenque. Un “TUN” equivale entonces a 0,9856 años solares. Los mayas desarrollaron sus unidades de medición para relacionar el rigor de su observación científica –la luz de su razón– con su intuición y su visión espiritual sobre un orden inherente a la realidad; un modelo supremo que crea las sincronicidades necesarias para permitir la evolución de la consciencia.
UN “KA’TUN” EQUIVALE A 20 AÑOS Y UN “BAK’TUN” A 400 AÑOS MAYAS. LOS USARON PARA MEDIR EL SISTEMA SOLAR
Las siguientes unidades eran siempre un conjunto de 20, de la unidad inmediatamente anterior multiplicada por 20. Dos de ellas fueron utilizadas para relacionar la órbita de la Tierra con las órbitas de los demás planetas. Un registro muy importante para determinar la energía que llega cada día, proveniente del Sistema Solar. Las llamaron “KA’TUN” y “BAK’TUN”. Un “KA’TUN” es un conjunto de 20 “TUN Oob” (20 años mayas de 360 días o 7.200 rotaciones diarias de la Tierra sobre su eje). Cifras cerradas y elegantes que también les facilitaban las cuentas. Si hubieran utilizado como unidad de medida el año solar, en 20 años solares la Tierra habría dado 7.248 revoluciones sobre su eje. Una cifra no tan fácil para hacer cálculos rápidos sin ayuda de computadores. Sin embargo, sabían que un “KA’TUN” equivale a 19,73 años solares. Fue una unidad muy utilizada por los “Chilam B’alam” (Sacerdotes Jaguar) en sus profecías. El “ventenio” permite recordar fácilmente los eventos significativos sucedidos en su comunidad; para tenerlos en cuenta, porque se repetirían en el futuro. Con estas unidades era más fácil encontrar e iluminar los diversos fenómenos y eventos que crean patrones de orden en la realidad.
El “BAK’TUN” es un conjunto de 20 “KA’TUN Oob”, o sea 400 años mayas de 360 días (20 x 20 = 400 ”TUN Oob¨” que equivalen a 144.000 días). Una cifra importante, como veremos más adelante, cuando estudiemos su Zodiaco. Trece de estas unidades mayores, 13 “BAK’TUN Oob” son la medida exacta del intervalo fijo que mide la Cuenta Larga regresiva, porque equivalen a 1’872.000 días o revoluciones del planeta (144.000 x 13 = 1’872.000 días ó 13 x 400 = 5.200 “TUN Oob”). Tenían que transcurrir 5.200 años mayas, desde la fundación olmeca en el año 3113 a.C., hasta la llegada del punto intermedio de transición del actual Gran Ciclo. Fecha que, en nuestro calendario gregoriano, tiene lugar el viernes 21 de diciembre del año 2012.
Diego de Landa –el sacerdote español que quemó todos los códices mayas en Yucatán– relata que cada templo del Mayab tenía un calendario circular llamado la ¨Rueda de los 13 BAK’TUN Oob¨. Ésta era utilizada por su sacerdote para actualizar la Cuenta Larga gráficamente, lo cual facilitaba que todo el pueblo la entendiera. El círculo estaba dividido en 13 sectores, cada uno de los cuales representaba un “BAK’TUN”. Cada sector estaba dividido a su vez en 20 segmentos menores de un “KA’TUN” de 20 años. Esta “Rueda” medía 1’872.000 días y cinco de ellas conformaban el Gran Ciclo de 26.000 años mayas (1’872.000 x 5 = 9.360’000.000, que es la duración total del ciclo en días que, dividido por 360, nos da 26.000 “TUN Oob”. La duración del Gran Ciclo en años mayas).
LA CORRELACIÓN DE SU CALENDARIO CON EL NUESTRO ES MUY PRECISA Y LA CONFIRMAN LOS TRÁNSITOS DE VENUS FRENTE AL SOL
La correlación entre el calendario maya y el calendario occidental fue establecida al encontrarse un eclipse, registrado simultáneamente por los dos calendarios. A partir de ahí, se utilizó como punto de referencia esa fecha, para transferir cualquier otra de un calendario al otro. Es por eso que sabemos que la Cuenta Larga termina el viernes 21 de diciembre del año 2012. Fecha final que también dejaron relacionada con la cuenta que registra los tránsitos de Venus frente al Sol. Los mayas encontraron que, visto desde la Tierra, Venus pasa frente al disco del Sol dos veces cada 100 años. Lo curioso es que esas dos veces van emparejadas. Las separa un intervalo de 8 años, antes de reiniciar la cuenta de 100 años para que vuelvan a repetirse. En cada ocasión, Venus tarda unas seis horas en cruzar la circunferencia del Sol. El tránsito más reciente ocurrió el martes 8 de junio de 2004. El próximo tendrá lugar el miércoles 6 de junio de 2012. De existir algún error en la conversión de la cronología maya a nuestro sistema gregoriano, y el punto intermedio del Gran Ciclo no resultara ser en 2012, tendríamos que esperar otros cien años, que es cuando tiene lugar el siguiente transito de Venus, lo cual es poco probable.
UNA SERIE DE CINCO NÚMEROS, EN CINCO UNIDADES DISTINTAS, DESIGNAN CUALQUIER FECHA DEL GRAN CICLO
Utilizaron esas cinco unidades, el KIN, el WIN’AL, el TUN, el KA’TUN y el BAK’TUN; en series de cinco números separados por puntos, para designar una fecha dentro de la Cuenta Larga, a partir del Día Cero de su civilización (el día 0.0.0.0.0. en todas sus cinco unidades). Cero BAK’TUN, cero KA’TUN, cero TUN, cero WIN’AL y cero KIN. A partir de ahí, el número que aparecía en la primera posición, contando de arriba hacia abajo, indicaba cuántos BAK’TUN Oob habían transcurrido desde el Día Cero. La cuenta comienza con la unidad más grande, el BAK’TUN. Como el intervalo que medían solo duraba 13 Oob, este primer número sólo podía ser del 1 al 13. El segundo número utilizaba la unidad KA’TUN, lo que le agregaba a la cuenta el numero de KA’TUN Oob (de períodos de 20 años) que podían haber transcurrido adicionalmente a los BAK’TUN OOb –descritos por la primera cifra– desde el día Cero. Como el sistema era vigésimal, sólo podía ser una cifra del 1 al 20. El número en la tercera posición le agregaba cuantos TUN Oob, cuantos años habían transcurrido adicionalmente, a la cifra de BAK’TUN Oob y de KA’TUN Oob. También esta cifra sólo podía ser del 1 al 20. El número en la cuarta posición le agregaba a la cuenta los WIN’AL Oob (el número de meses transcurridos adicionalmente a lo medido en BAK’TUN Oob, KA’TUN Oob y TUN Oob, desde el Día Cero). En este caso, puesto que el año maya sólo tenía 18 meses, la cifra sólo podía ser del 1 al 18. El número en la quinta posición indica cuantos días ó KIN Oob había que agregar a la cuenta establecida por las otras unidades. También esta cifra sólo podía ser un número del 1 al 20. A esta fecha le adicionaban otras más que describían cuántas órbitas habían dado –desde el Día Cero– la Luna, Venus, Marte y Júpiter. Esto nos muestra la estrecha relación que guardaban con el cosmos, algo que nosotros perdimos totalmente. Esa notación que relaciona los planetas y los eventos astronómicos especiales, como los eclipses, es la que nos permitió decodificar su historia, sus descubrimientos y las profecías que dejaron para estos tiempos.
La mayoría de las fechas inscritas en piedra en el sistema de la Cuenta Larga pertenecen al noveno BAK’TUN –un intervalo de 400 años que ocurrió entre los años 430 d.C. y 830 d.C.–, cuando sucedió la llamada época Clásica Maya. Sin embargo, se han encontrado muchas fechas en piedra que se salen de ese período; algunas por miles de años, otras por cientos de miles de años y aun otras por millones de años. En Quirigua se encontraron dos fechas, de hace 411’683.935 años y de hace 90 millones de años. Sólo que esas medidas pertenecían a la escala divina de Hun’ab K’uh, para la que utilizaron otras unidades: el PIK’TUN, que equivalía a 20 BAK’TUN Oob, o sea 8.000 años mayas. El KALAB’TUN, una unidad que reunía 20 PIK’TUN Oob y que equivalía a 160.000 años mayas. El KIN’CHIL’TUN, que reunía 20 KALAB’TUN Oob y medía 3’200.000 años mayas. Y una última unidad, el ALAW’TUN, que agrupaba 20 KIN’CHIL’TUN Oob (equivalentes a 64 millones de años). Medida correspondiente al momento en que cayó –en Chik’Xulub, México– el cometa que generó la extinción de los dinosaurios.
Con esas unidades, investigaron y registraron los cielos y se guiaron –como los egipcios– por las estrellas. Como veremos más adelante, sus estudios del dominio de las divinidades generaron las certezas y las comprensiones para liderar su sociedad con seguridad por un camino espiritual extraordinario. Sin embargo, los mayas nunca midieron el paso de “El Tiempo”, puesto que éste es un concepto que no se puede medir. Ni siquiera tenían una palabra que significara tiempo. Lo importante para ellos eran las relaciones dinámicas. Los eventos sincrónicos entre múltiples variables que revelan puntos decisivos en el desarrollo espiritual del ser humano. Los patrones que surgen entre los movimientos de los astros, los eventos que se suceden en la naturaleza y en la vida de las personas, los movimientos y transformaciones de lo que percibían y las consecuencias que generaban. Al revelarse esos patrones de orden, los representaban como un arquetipo, una forma simbólica como los glifos que utilizaron. Así transmitían información sobre lo que podía suceder en la realidad individual y colectiva, directamente al inconsciente de su pueblo. Con los glifos también afirmaban la existencia de un Orden Supremo que impulsa la diversidad y la individualidad en el Universo.
ESTUDIARON LOS ASTROS Y LAS FUENTES DE LA ENERGÍA QUE RECIBE LA TIERRA, PARA ENTENDER LA REALIDAD
Ellos sabían que el movimiento, que origina todos los procesos transformadores y los cambios en la realidad, es producido por la energía. Ningún proceso se puede impulsar ni se puede obtener resultado alguno sin ésta. Por eso, se dedicaron a encontrar, registrar y conocer las distintas fuentes de energía en el Universo que más inciden sobre la Tierra. A lo que más atención prestaron fue al Sol, por ser la fuente que más energía irradia hacia la Tierra. Es el Sol lo que crea la vida y la mantiene; es lo que más procesos inhibe o impulsa. También determina la mayoría de los ciclos y es causante directo del Gran Ciclo Cósmico, pues el flujo de energía procedente de Hun’Ab K’uh –al incrementar su actividad– produce todo tipo de cambios en el planeta. Por eso se dedicaron a estudiarlo, a registrar sus movimientos, a encontrar en qué períodos aumentaba su actividad y por qué. Así se volvieron expertos en el Sol, al que llamaban ”Kin’Ich Ahaw” (que significa Gran Señor que Ilumina los Días), cuya luz permite las actividades de los hombres. También lo llamaron “Yax B'alam” o Gran Jaguar –cuando se oculta por el horizonte, en el inframundo, para permitir que los hombres descansen–. El pueblo al ver a sus sacerdotes observando y registrando sus movimientos, desde al amanecer hasta el atardecer, día tras día, les llamó “Ahaw Kin Oob” o Señores del Sol. Puesto que –visto desde la Tierra– el que se mueve es el Sol. Veamos cómo estudiaron sus movimientos hasta encontrar el Gran Ciclo.
EL PUNTO POR DONDE SALE EL SOL EN EL HORIZONTE SE DESPLAZA ENTRE LOS SOLSTICIOS DE VERANO E INVIERNO
Orientados hacia el Este, generaciones de sacerdotes se dedicaron a estudiar el Sol. Lo primero que encontraron fue que éste no sale todos los días al amanecer por el mismo lugar. El sitio por el que se asoma en el horizonte se desplaza, yendo y viniendo entre dos esquinas o puntos extremos invariables: el primero se localiza a la izquierda –punto que hoy llamamos Solsticio de Verano–, desde donde se desplaza hacia la derecha, día a día, de manera regular durante 183 días, hasta llegar al segundo punto extremo, que hoy llamamos Solsticio de Invierno. Desde allí se devuelve hacia la izquierda –desplazando nuevamente su salida día a día durante 182 días– hasta regresar al Solsticio de Verano, en un ciclo de 365 días que se repite indefinidamente. Seguramente, después de varios años de observación, encontraron que cada Solsticio tiene características únicas. El día del Solsticio de Verano tiene el intervalo de luz más largo y la noche más corta del año. Hoy sabemos que ese día corresponde al 21 de junio en nuestro calendario. Los mayas llamaron “Sak Xib Chaak” a la divinidad responsable de ese día y la asociaron al color blanco de la intensa energía que recibía la naturaleza para dar comienzo al verano, que es cuando las flores se convierten en frutos. Luego, la cosecha se recoge y las hojas se caen de los árboles, mientras el sol se va desplazando día a día hasta la esquina derecha del horizonte. En ese momento tiene lugar el Solsticio de Invierno –el día con el intervalo de luz más corto y la noche más larga del año–, que en nuestro calendario, sucede el 21 de diciembre. Los mayas llamaron “Kan Xib Chaak” a la divinidad responsable de ese día y la asociaron al color amarillo. El día siguiente, el Sol regresa nuevamente, día a día, hacia la esquina izquierda del horizonte.
El punto por donde sale el sol se desplaza cada día
Una pirámide para observar y otras tres de referencia
Los Solsticios y los Equinoccios estructuran las cuatro esquinas del espacio Maya, los puntos donde comienzan y terminan las cuatro estaciones. Los solsticios marcan los dos puntos extremos (2 y 4) del desplazamiento diario del Sol por el horizonte. La gráfica muestra la correspondencia entre la órbita de la Tierra alrededor del Sol y el horizonte por donde el astro se desplaza diariamente. Así podemos entender fácilmente por qué las dos esquinas (1 y 3) de los equinoccios se localizan sobre el mismo punto.
LOS EQUINOCCIOS SON DÍAS DE NEUTRALIDAD, EN LOS QUE LOS INTERVALOS DE LUZ Y OSCURIDAD SON IGUALES
Los Sacerdotes del Sol llevaban al cinto un marco cuadrado con una cruz en su centro. Al orientarlo debidamente, se valían de la sombra que proyectaba, para saber la hora del día y la estación del año por la posición del sol en ese momento. Dicho instrumento proyectaba una sombra más corta en verano que en invierno, puesto que el arco formado en el cielo por el astro, desde cuando sale al amanecer hasta cuando se oculta al anochecer, no es constante. Estudiando las sombras proyectadas por ese instrumento y una vara enterrada en el piso, encontraron otros dos días que tienen varias características armónicas extraordinarias. El primero, en el centro exacto del desplazamiento de izquierda a derecha, entre el Solsticio de Verano y el Solsticio de Invierno. El segundo, en la mitad exacta del desplazamiento de derecha a izquierda, cuando el Sol regresa al punto del Solsticio de Verano. La primera característica que los distingue es que, al mediodía, ni la vara ni las personas proyectan sombras, por encontrarse éstas exactamente bajo sus pies. La segunda característica es que estos días son los que marcan la transición entre verano y otoño, e invierno y primavera. La tercera característica es extraordinaria, porque los intervalos de luz y oscuridad de esos dos días, son exactamente iguales. Nosotros los llamamos Equinoccios, del latin aequinoctĭum, que significa "noche igual". Los mayas –como los egipcios– interpretaron que en esos días la luz y la oscuridad –el bien y el mal– se encuentran en equilibrio. Eran por lo tanto días de neutralidad que favorecen los procesos que conducen a la armonía y al consenso. Por eso, durante el período clásico, a partir del día del Equinoccio de Primavera (llamado así porque ese día en el Hemisferio Norte termina el invierno), celebraban los “WAY’EB”: los cinco días intermedios entre el año que termina y el que comienza. Durante esos días se dedicaban a examinar su consciencia, a hacer las paces con quienes hubieran tenido problemas y a decidir por consenso qué obras públicas construirían el siguiente año. La cuarta característica es que, de todo el año, sólo en esos dos días el Sol sale exactamente por el Este cardinal y se oculta exactamente por el Oeste cardinal. En los días restantes el punto se desplaza hacia el noreste o hacia el sureste. En el calendario gregoriano el Equinoccio de Primavera tiene lugar el 21 de marzo. Los mayas llamaron ”Chak Xib Chaak” a la divinidad encargada de ese día de neutralidad y la asociaron al color rojo del Sol al amanecer y del comienzo de Primavera.
El segundo día tiene lugar seis meses después y se llama el Equinoccio de Otoño, porque ese día termina el verano y comienza el otoño. En nuestro calendario esto sucede el 21 de septiembre. Los mayas llamaron ”Ek Xib Chaak” a la divinidad responsable de ese día y la asociaron al color negro. A partir de ese día, la energía disminuye su intensidad, sumergiendo lentamente en el frío al hemisferio norte del planeta. Los intervalos de luz se hacen cada vez más cortos, a medida que el sol se desplaza día a día hacia el Solsticio de Invierno en la esquina derecha del horizonte. Con esta información, los sacerdotes mayas podían localizar perfectamente las cuatro esquinas que definen el movimiento del Sol visto desde la Tierra: los dos Solsticios y los dos Equinoccios.
LOS MAYAS CONSTRUYERON SUS CIUDADES COMO “INSTRUMENTOS” PARA OBSERVAR EL COSMOS E INVESTIGAR CÓMO FUNCIONABA
En sus principales ciudades construyeron una pirámide muy alta, un Templo Máximo frente a la plaza principal, para usarlo como observatorio astronómico. Les servía para registrar durante el día los movimientos del Gran Señor Sol y por las noches los desplazamientos de los planetas y estrellas, por encima de la copa de los árboles de la selva circundante. En lo alto de la pirámide se encontraba el altar donde el sumo sacerdote realizaba sus ofrendas –para luego dirigirse al pueblo que estaba abajo en la plaza– durante las ceremonias en que festejaban su relación con el Sol y con el cosmos. Muchos de esos Templos Máximos –como en “Waxak’Tun” y “Tikal”– eran observatorios mucho más precisos por haberles construido al frente, a unos 200 metros hacia el Este contra el horizonte, otras tres pirámides más pequeñas. Una a la izquierda, para servir de referencia al Solsticio de Verano, otra en el centro para registrar el punto de salida del Sol en los dos Equinoccios y la tercera a la derecha para determinar precisamente el Solsticio de Invierno. Les colocaban largos postes sobre una especie de cresta que se elevaba encima de la cubierta del altar, los cuales les servían de referencia para registrar, año tras año, los movimientos del Sol. Siempre estudiaban cuidadosamente la ubicación de las pirámides que construían alrededor del Templo Máximo –en cualquier dirección cardinal– para usarlas como otra referencia. Esta vez para observar y registrar los movimientos de alguna brillante estrella que fuera importante para sus investigaciones. Así construyeron sus ciudades como verdaderos instrumentos para investigar el cosmos.
EL SACERDOTE DE CADA PUEBLO SINCRONIZABA LOS CALENDARIOS CON LA REALIDAD
El “Ahaw Kan” o “Señor Serpiente”, quien era el máximo guía espiritual de los mayas –el sacerdote con mayor sabiduría y por lo tanto mayor jerarquía– nombraba un sacerdote en cada comunidad a quien llamaban el Nacón del pueblo. Éste era el guía espiritual del lugar y quien dirigía las ceremonias sagradas, los bautizos, la llegada de la pubertad, los matrimonios y los ritos mortuorios. Tenía además la responsabilidad de mantener sincronizados los calendarios del pueblo con la realidad. Para ello recibía del “Ahaw Kin” –el Señor de los Días, quien llevaba la Cuenta Larga– las fechas exactas en que se celebrarían los Solsticios y los Equinoccios y –cada cuatro años– la orden de extender los “WAY’EB” por un día adicional –para compensar el 0,25 de día del año solar que mide 365,25 días–, como hacemos nosotros en los años bisiestos. Se ha afirmado que los mayas no adicionaban ese día cada 4 años, lo que implica decir que sus calendarios no permanecían sincronizados con la realidad. Lo cierto es que esto era tan importante, que cada comunidad escogía entre sus más sabios ancianos cuatro asistentes para su Nacón. Estos eran llamados ¨Chaak Oob¨ y se encargaban de relacionar la posición del Sol, en cada una de las 4 esquinas de la realidad, con sus fechas en el calendario. Cada pueblo tenía sus marcadores de referencia de la posición del Sol en las cuatro esquinas sobre el horizonte, tal y como lo hacían en lo alto de sus pirámides. De no agregar un día cada cuatro años a los festejos de los “WAY’EB”, en sólo 20 años habrían tenido un desfase de cinco días entre la realidad y sus calendarios. Los cuatro “Chaak Oob”, quienes asistían al Nacón durante las ceremonias, conformaban con él un consejo para dirimir los asuntos comunitarios durante un año. Cada uno se encargaba simbólicamente de una de las cuatro esquinas de la plaza principal de su pueblo, que representaba en el microcosmos comunitario al Espacio Sagrado maya en el Universo. Desde esas cuatro esquinas expulsaban las malas energías con sahumerios y cánticos, convirtiendo la plaza en un espacio sagrado para las ceremonias, a donde sólo se permitía la entrada a los hombres purificados por el ayuno y a las ancianas del pueblo. En ese espacio sagrado realizaban ceremonias en los días de alta energía, cuando la Tierra –por su posición en el espacio– recibía estas energías del Sol, de las constelaciones y de los reflejos de la Luna y los Planetas. También hacían ceremonias –gracias a la exactitud de sus cálculos astronómicos– los días de eclipses de Sol o de Luna. Así equilibraban las energías de eventos que, al alterar el orden y la regularidad, eran considerados de mal augurio.
LOS “WAY’EB” ERAN LOS FESTEJOS MÁS IMPORTANTES DEL AÑO Y COMENZABAN CON EL EQUINOCCIO DE PRIMAVERA
Las más importantes festividades –de las muchas que celebraban cada año– eran los “WAY’EB”, en los cuales festejaban los cinco días de neutralidad e introspección. Para comenzar, extinguían todos los fuegos y se tiznaban con sus cenizas, como símbolo de ayuno y purificación. Sólo comían fruta y agua. Hacían ofrendas a las divinidades, examinaban su consciencia para ponerse en paz con todo el mundo y se conectaban con sus “Way Oob”. Los mayas creían que, al nacer, todo ser humano recibía su “Kanul”, “Way” o “Nagual”. Un compañero sobrenatural con esencia animal que lo cuidaba como un ángel de la guarda desde una dimensión no física. Algo así como una prolongación energética del alma del hombre en el inframundo. Las características y la forma de ese protector eran suministradas por la divinidad del día en que nacía la persona. Cada maya hacía ofrendas a su “Way”, durante los “WAY’EB”, en agradecimiento por sus cuidados durante el año transcurrido.
Sol el día del equinoccio en el mismo meridiano por el que en la noche aparecerá la estrella heliacal.
Estrella heliacal (que se mueve en el mismo meridiano del sol) registrada en el Equinoccio del año 1, sobre la vara de referencia ubicada sobre la pirámide roja.
Estrella heliacal en el equinoccio del año 2, que se desplaza más a la izquierda de la vara de referencia.
Estrella heliacal en el equinoccio del año 3, que registra un nuevo desplazamiento hacia a la izquierda.
Tres posiciones superpuestas de la estrella. La bóveda celeste precede 1º cada 72 años. Da un giro de 360º x 72 años= en 25.920 años. Esta precesión es el origen del Gran Ciclo Cósmico de 26.000 años y está relacionada con el movimiento de las constelaciones zodiacales frente a la Tierra.
LOS MAYAS CONFIRMARON LA EXISTENCIA DEL GRAN CICLO Y SU RELACIÓN CON LA PRECESION DE LAS CONSTELACIONES
El día del Equinoccio, al amanecer, comenzaban las festividades. Los “Ahaw Kin Oob” (astrónomos que registraban el cielo desde lo alto del Templo Máximo) verificaban que el Sol se asomara al Este por el horizonte –en el punto referenciado con la alta vara– exactamente sobre la pirámide roja. Una marca que les servía de referencia visual, año tras año, para confirmar que efectivamente comenzaba el día en que el intervalo de luz y el de oscuridad eran iguales. Los festejos duraban todo el día y toda la noche, mientras desde lo alto, los astrónomos continuaban su trabajo. Su estudio del ascenso por el horizonte de las estrellas principales en la bóveda celeste. Las que utilizaban, año tras año, como referencia para verificar el Gran Ciclo Cósmico. En algunos casos, en ese día del Equinoccio, la oscuridad de la noche dejaba ver, exactamente al Este, una brillante estrella heliacal. Se la llama así porque se desplaza sobre el mismo meridiano por donde más tarde sale y se eleva el Sol, ocultándola con su brillo. Lo cual quiere decir que el astro y la estrella están en conjunción. En este caso los astrónomos mayas referenciaban, tanto el Sol en el día como la estrella en la noche, con la misma vara sobre la pirámide roja. Al año siguiente –al repetir la misma ceremonia– observaban cómo el Sol conservaba su posición, mientras la estrella se desplazaba un poco más hacia la izquierda de la vara de referencia. Cuando comprobaron que –año tras año– la estrella se desplazaba cada vez más hacia la izquierda de la vara, decidieron medir ese desplazamiento construyendo otras pirámides que sirvieran de referencia visual, desde el mismo Templo Máximo hacia otras estrellas. Gracias a esto pudieron verificar que ese movimiento retrógrado les sucede a todas las estrellas. Es decir, que lo que se desplaza hacia la izquierda, de equinoccio en equinoccio, es la bóveda celeste entera. Este desplazamiento es lo que la ciencia actual llama la “Precesión de los Equinoccios”.
LA BÓVEDA CELESTE PRECEDE 1º CADA 72 AÑOS Y DA UN GIRO DE 360º FRENTE A LA TIERRA EN 26.000 AÑOS: LA MEDIDA DEL GRAN CICLO QUE GENERA LOS CATACLISMOS
Los mayas encontraron que la bóveda celeste se desplazaba de manera regular 1º cada 72 años (la Luna llena ocupa medio grado en el cielo). Lo que quiere decir que 1º (dos lunas llenas) es una distancia considerable y perceptible a simple vista, más aún si se tiene un punto de referencia fijo, como los postes de madera que colocaban los mayas sobre las pirámides. Calcularon entonces que la bóveda celeste daba un giro completo de 360º frente a la Tierra en 26.000 años. Habían localizado el origen del Gran Ciclo Cósmico en la precesión que las constelaciones realizan, al medir su desplazamiento, año tras año, en el día del Equinoccio. Hoy sabemos que la posición del Equinoccio de Primavera en relación con las estrellas retrocede 50,3 segundos de arco (0,01396º por año), lo que equivale a decir que preceden 1º cada 72 años. En 25.920 años (72 x 360º = 25.920) la posición de una estrella el día del Equinoccio da un giro completo hasta regresar al mismo punto. El movimiento precesional se hace evidente, al registrar durante varios años un punto en el horizonte por donde asciende una estrella. Los mayas encontraron un patrón repetitivo, un ciclo fundamental de la energía y de la inteligencia en el cosmos, que estaba relacionado con las estrellas.
El Universo es un todo interconectado, tiene patrones de orden que relacionan los eventos astronómicos con los sucesos humanos. Como veremos, los arquetipos astrológicos y las combinaciones de energía que llegan a la Tierra por las posiciones de los astros, determinan las sincronicidades y la secuencia de experiencias que los seres humanos debemos experimentar para garantizar la evolución de nuestra consciencia.
1 comentario:
saludos sr malkun, excelente informacion para el mundo, me gustaria profundizar mas sobre este tema importantisimo y por eso estare atento a su talleres y conferencias.
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