Los mayas modelaron un espacio sagrado al cual ajustaron el diseño de sus ciudades. Lo orientaron hacia el Sol, lo relacionaron con el Cosmos y lo sincronizaron con el Equinoccio de Primavera.
Sus sabios crearon entonces un espacio conceptual y mental, un modelo sagrado al que ajustaron sus ciudades, en el cual ubicaron sus plazas y sus templos. Comenzaron por referenciarlo a un centro de observación; a un punto focal donde construyeron siempre la Pirámide Principal –el Templo Máximo– de cada una de sus ciudades estado. Comprendieron que para ajustarlo al orden inherente en la realidad debían orientarlo de manera muy precisa hacia el eje Este–Oeste por el cual se desplazaba el Sol; ubicaron las posiciones que ocupaba al amanecer y al atardecer en los días de los equinoccios, cuando su relación con la Tierra era tan perfecta que el intervalo de luz y oscuridad eran exactamente iguales. Así lograron que su comunidad mantuviera una relación deliberada y consciente con el Universo. Esto generó un orden social armónico y permitió que generaciones de sacerdotes del Sol pudieran dedicarse sin obstáculos a estructurar con sus investigaciones su extraordinario legado. Sus precisos calendarios, sus modelos sobre los sucesos que habrían de repetirse con el paso de los días. Toda la información que les facilitó entender lo que sucedía a su alrededor. La predicción de eventos que sucederían en nuestros tiempos por correspondencia con procesos y movimientos concatenados que habrían de suceder arriba, en el dominio de las fuerzas causales, del Sol, de la Luna, de los planetas, de las estrellas, de la galaxia y del Universo entero.
Año tras año, usaron el día del Equinoccio como referencia para develar con exactitud las transformaciones diarias que inducen los astros en la naturaleza, en los estados esenciales de la energía sobre la Tierra, en lo frío y en lo caliente, en lo húmedo y en lo seco. La correspondencia con fenómenos naturales como las lluvias, los vientos y las estaciones climáticas, eventos que veían como encarnaciones de espíritus inteligentes o de presencias metafísicas que actuaban en consonancia con la mente del hombre. De alguna manera, los mayas fueron animistas, puesto que desarrollaron una sensibilidad especial, una manera para percibir y contactar a los espíritus de todo lo que existe; de los bosques, de los ríos, de los vientos y de las lluvias; para develar las sincronicidades que éstos inducían en la vida del hombre. Abrieron su mente a la existencia de una relación, entre el estado interior de los hombres y eventos externos inducidos por el Universo entero. Esta actitud les permitió estar deliberadamente alertas a coincidencias, que de otra manera habrían percibido como sucesos casuales. Concluyeron que éstos no existen, que todos los eventos, ya sean habituales o inesperados, suceden para potenciar y ordenar la evolución de la consciencia. Comprendieron que todo lo que sucede en el universo es perfecto. Que todo lo que ocurre tiene un significado trascendente y que todo lo que existe está íntima y coherentemente unido.
Su arquitectura cumplía simultáneamente varios propósitos, prácticos, científicos y religiosos. Las puertas y las ventanas de sus templos y edificios enmarcaban sectores del cielo, donde eventos celestiales de importancia tendrían lugar. Como ya hemos visto, los altares de sus pirámides eran instrumentos científicos de gran precisión. Levantaron murallas en el horizonte, no como defensas sino como puntos de referencia para registrar los movimientos del sol, de los planetas y de la bóveda estelar. Se sabe, por sus libros sagrados, que utilizaron espejos de obsidiana negra para observar el reflejo del disco solar. Es fácil deducir entonces, que así debieron detectar las manchas negras que aparecen esporádicamente en su superficie y notar su desplazamiento, lo cual habría sido un claro indicio de que el Sol rotaba sobre sí mismo. Seguramente –tras años de registros– pudieron determinar los ciclos de máxima intensidad en la radiación del Sol –cuando mayor incidencia tenía su energía en los espíritus individuales de sus días sagrados– y deducir que correspondían con la aparición de esas manchas oscuras. Sin embargo no podemos asegurar esto último, puesto que miles de códices con invaluable información –la cual hubiera impulsado exponencialmente a la cultura occidental– fueron reducidos a cenizas por la misma ignorancia fanática que destruyó la Biblioteca de Alejandría. Lo que sí se puede asegurar es que utilizaron grandes espejos de agua, sobre los cuales tendieron cuadrículas de cordel, para observar, registrar y estudiar en la imagen reflejada, los movimientos de los astros en el cielo nocturno.
AL TZOL’KIN, EL TEJIDO DEL TIEMPO QUE RELACIONA AL HOMBRE CON EL COSMOS, LE DAN FORMA LOS 20 GLIFOS SOLARES Y LA TRECENA SAGRADA DE LA SEMANA MAYA
El 13 es un número determinante en los movimientos orbitales de la Luna
El 13, y Saturno
La Trecena se convierte en uno de los números más sagrados para los mayas
Por otro lado, 12 esferas agrupadas alrededor de una esfera central, conforman un grupo de 13, que es la forma tridimensional más compacta que existe en la naturaleza y en el universo. El 13 es también el séptimo número en la Progresión Matemática Divina (0,1,1,3,5,8,13...), la cual le imprime a todo lo que existe en este universo, la marca de “Hecho por Dios”.
Sin embargo, hoy se cree que el 13 es un número de mala suerte. Pero, ¿cómo pudo un número sagrado llegar a convertirse en un símbolo de mala suerte? El número 13 era reconocido por la orden de los Caballeros Templarios como parte esencial de la geometría y de las progresiones matemáticas sagradas, como el reflejo de un patrón de orden que se manifestaba claramente en el hombre, en la naturaleza y en el cosmos. Más aún, el viernes 13 era un día doblemente sagrado para los Templarios. Fue por eso que Felipe IV de Francia, el Rey de hierro, y el papa Clemente V, designaron ese día para apresar a sus miembros y destruir a la orden. El viernes 13 de octubre de 1307 comenzó a recordarse como una fecha negra que se extendió a todos los viernes 13. A partir de ese momento, poseer las cartas del Tarot que contenían la sabiduría Templaria, se convirtió en una herejía. Curiosamente, la carta 13 del Tarot es la carta de la muerte; la que simboliza el final de un ciclo, el momento del renacimiento y de la gran transformación. A pesar de la persecución desatada, la baraja de cartas actual ha sobrevivido como una reminiscencia del Tarot Templario y por ello tiene 52 cartas: 13 corazones rojos, 13 corazones negros, 13 diamantes y 13 tréboles. El número 13 fue entonces demonizado por su pasado sagrado, mágico, hermético y profano; por su misterioso y evidente poder.
La necesidad de unir la vida del hombre a los ciclos del cosmos y de comprender la mecánica de los astros, dio lugar al Tzol’Kin, que significa "El orden de los días". Su nombre resulta de la unión de dos vocablos, Tzol que significa orden y Kin que significa día. Un calendario sagrado que fue el centro de su civilización, puesto que todo giraba a su alrededor. A través del Tzol’Kin los mayas conectaron su vida y su espacio sagrado al Sistema Solar y al Sistema Sideral. Gracias a este calendario, pudieron ponerse de acuerdo en qué día era y en el tipo de energía que éste poseía. Fue el centro de la consciencia de su civilización, la herramienta para guardar la memoria de lo que fue y el saber de lo que sería. Para diseñarlo combinaron los 20 Glifos Solares Sagrados –que encontraron en su estudio sobre el Sol– con la trecena; los números del 1 al 13 de su semana sagrada, intervalo que es un divisor común en los ciclos orbitales, de la Luna a la Tierra y de los planetas al Sol.
El Tzol’Kin puede verse como un tejido o como dos ruedas que se mueven sincrónicamente para designar los días, la de la trecena sagrada y la de los 20 glifos Solares.
Los 20 Glifos Solares Sagrados eran la fibra vertical que tejía la realidad maya. Mostraban el fluir de las influencias arquetípicas que llegaban a su mente. Las 20 trecenas mayas, 20 secuencias de números del 1 al 13, conformaban la fibra horizontal del tejido de su realidad. Relacionaban los ciclos concatenados de todo lo que existe, con sus vidas. Los 13 niveles horizontales definían la matriz del telar del tiempo y representaban las frecuencias de la luz.
Los 20 Arquetipos Solares develan las características de cada día
El Tzol’Kin ordena el paso del tiempo en secuencias de 260 días para sincronizar la vida con el Cosmos
El mínimo común múltiplo de 13 y 20 es 260 que resulta ser el intervalo medido por el Tzol’Kin. Estos 260 días conformaron un tejido que resonaba de distintas maneras con el cuerpo etérico de los hombres. Ninguna otra civilización sobre la Tierra produjo un calendario similar que registrara ciclos repetitivos de 260 días, ni que se interesara por comprender cómo la energía y la información que se recibe día a día sobre la Tierra, afectan la realidad. Es un hecho evidente que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas –desde distintas posiciones en las dimensiones superiores– dirigen cada día su energía, su influencia y su información hacia la Tierra. Esto le imprime características energéticas distintas a cada día y el Tzol’Kin gráficaba estas características particulares. La percepción de los ciclos cósmicos repetitivos y las secuencias de la naturaleza es lo que da la sensación del transcurrir del tiempo. Los mayas encontraron que estas repeticiones están rítmicamente espaciadas, de acuerdo a la relación constante entre los números 13 y 20. Es por eso que la relación 13:20 fue la base para el diseño del “Tejido de los días”. El Tzol’Kin tiene 260 días. El Gran Ciclo Cósmico dura 26.000 años. La distancia del Sistema Solar al centro de la Galaxia es de 26.000 años luz. Una órbita del Sistema Solar tarda 260 millones de años. Cifras que son todas fractales del número 26 (2x13) y de 260 (20x13), el utilizado por el Tzol’Kin. Pertenecen a un mismo orden que se repite a distintas escalas, en el que cada una de sus partes es proporcional a todas las demás y conserva fielmente las mismas características esenciales. Esto demuestra la calidad de la información astronómica maya. Al modelar gráficamente esa combinación matemática 13:20, en una sucesión de trecenas y de veintenas, lograron que la mente del hombre se relacionara con los ciclos de la naturaleza. A cada día del calendario le corresponde un Glifo y uno de 13 números, con los cuales diferenciaban entre sí a los 260 días.
Una quinta parte de los 260 días tienen energías especiales (260/5= 52), generadas por la relación armónica entre la Luna, el Sol y los planetas. El Tzol’Kin destaca estos 52 días en los que los mayas realizaban ceremonias de conexión con el cosmos. Curiosamente estos días se ven como una Doble Helix en el “Tejido del Tiempo”, una forma de orden muy especial en el universo, tan trascendente como la creada por el Sol en el Analema. Las Proporciones Geométricas Sagradas determinan la existencia de relaciones armónicas, de posiciones en el espacio en que los planetas producen resonancias e interferencias destructivas y constructivas en la energía emanada por el Sol y las constelaciones de estrellas. Relaciones de oposición lineal (cuando dos Planetas están a 180º entre sí); de cuadrados perfectos conformados entre dos o más entidades (cuando dos planetas se encuentran a 90º el uno del otro); cruces (dos parejas de planetas en oposición perfecta) y trinos (tres planetas formando un triángulo equilátero). Una muestra visible y evidente de lo que generan estas posiciones armónicas, la dan la relación que producen el Sol, la Luna y la Tierra. Sus posiciones determinan las fases de la Luna, los eclipses y los movimientos de líquidos como las mareas y la savia de las plantas.
Los 52 días especiales del Tzol’Kin funcionan matemáticamente como una especie de cuadrado mágico. La suma de los números –del 1 al 13 que identifican a cada día– en las esquinas de cada uno de los 7 niveles que conforman la doble helix, dan siempre 28.
El Tzol’Kin puede graficarse como una matriz tridimensional de 7 niveles
El Tzol’Kin también registraba en 7 octavas las variaciones de frecuencia en la energía de los días. Gradación que podemos encontrar al graficarlo como una matriz tridimensional de 7 niveles. Uno por cada color –de los 7 en los que se descompone la luz– los cuales estructuran el orden en el Universo. Las 7 octavas ordenan verticalmente las distintas longitudes de onda en que vibra la energía y determinan los rangos de sus cambios de estado y densidad. ElTzol’Kin ordena todo lo que existe en rangos dimensionales que van desde lo más denso a lo más sutil. Una dimensión es un rango definido de frecuencias en las que vibra la energía y por donde se mueve un cierto tipo de información. Es la combinación de información y energía lo que genera los distintos seres, estados, o planos de existencia en el Universo. Dependiendo de su frecuencia vibratoria, la energía porta información más o menos poderosa, lo cual también aumenta o disminuye su área de influencia. El Tzol’Kin crea una consciencia matemática, ordenada y cíclica, que permitió a los mayas salir de la ignorancia. Basándose en lo conocido lograron predecir lo desconocido, definir momentos en los que el cambio es previsible y explicable.
Utilizaron el Tzol’Kin para sincronizarse con las órbitas de Mercurio, Marte, Venus y Júpiter
La fecha del nacimiento también le develaba los Eventos de Destino, las experiencias difíciles que tenían grandes probabilidades de suceder en su vida, aquellas que necesitaba para potenciar la evolución de su consciencia. El nacimiento, por lo tanto, no sucedía por casualidad; "coincidía" con un escenario cósmico único dentro del espacio sagrado maya. Con una disposición planetaria particular que incidiría en las cualidades y reflejaría las características psicológicas de quien nacía en ese momento.
Más recientemente, Jung plantearía un concepto similar, el cual ha sido confirmado por muchos astrólogos. Los grandes cambios que ha experimentado la humanidad en todos los tiempos, están íntimamente relacionados con una serie de configuraciones armónicas galácticas. Tal y como sucedió cuando una corriente espiritual –generada por una relación astral armónica– dio lugar a los nacimientos de Buda, Lao Tsé y Confucio; lo mismo aconteció con Jesucristo y el cristianismo; con la revolución del pensamiento que generó Copérnico o la que estamos experimentando en estos tiempos con el nuevo paradigma cuántico. Los mayas ya habían encontrado esto muchos siglos atrás y de ese conocimiento surgieron sus profecías para nuestro tiempo.
El Tzol’Kin fue el resultado del registro sistemático de eventos astronómicos recurrentes durante largos períodos de tiempo. Al estudiarlos los científicos, astrónomos y sacerdotes mayas –líderes de su comunidad– diseñaron un modelo asombroso por su exactitud y trascendencia. “Fue gracias al Tzol’Kin que encontraron “El Tiempo del No–Tiempo”; el período de cambio intenso y veloz que actualmente experimentamos; el cual nos permite a todos nosotros, aquí y ahora emprender un nuevo comienzo, en una nueva frecuencia, dentro de este corto período transformador que se repite cíclicamente y que es parte esencial del Gran Ciclo Cósmico. Con sus estudios del Sol –en los intervalos de luz de cada día– develaron el orden de la escala terrestre. Con sus estudios de la Luna y de los planetas –en el intervalo de oscuridad de cada día– develaron el orden en la escala del Sistema Solar y su relación con el Destino menor de los seres humanos, el cual corresponde a su vida presente.
En nuestra próxima entrega, veremos cómo su estudio de las estrellas aclaró su relación con el Universo entero y develó el orden del Destino Mayor, la sucesión de vidas que un ser humano debe experimentar para auto–transformarse hasta llegar a la iluminación.
3 comentarios:
Muy buena su información, le hago sólo tres observaciones; primera en donde menciona la progresión matemática sagrada se saltó el 2, poniéndolo el 13 ocuparía la octava posición pero efectivamente seguiría siendo el séptimo número ya que el 1 ocupa dos posiciones; segunda cuando trata de la incidencia del 13 en los movimientos orbitales de la luna hay una falla "de dedo" cuando multiplica 13 por 960 y dice que es igual a 11960 cuando como bien lo explica debe ser 13 por 920 igual a 11960 y tercera; en la parte donde trata sobre el tzolkin al poner las dos ruedas que giran como engranadas - la de la trecena y los glifos solares están desfasados etznab y kawak, en el cuadrante amarillo perteneciente al oeste, lo mismo está al inicio de todas las entradas donde tiene el 2013 al centro. gracias, son interesantísimas sus notas y espero estar en Guadalajara de 2 al 6 de marzo próximos para conocerlo. Hasta luego.
Gracias!!!!!!!!!
la informacion es buena bien redactada bien especifica y muchas gracias okkk
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