lunes, 28 de abril de 2014

UNA PAREJA PARADÓJICA


A veces con el ojo de mi mente observo el universo, y veo maravillado una extraordinaria diversidad, heterogénea, activa y en cambio constante. 100.000 millones de soles orbitados por miles de millones de planetas, que conforman una realidad bella, equilibrada, compleja y perfecta. En ese maravilloso escenario interactuamos dinámicamente en el eterno presente, una infinidad de entidades, conscientes de nuestra propia existencia... 

Veo como todos evolucionamos y nos perfeccionamos, cambiando cualitativamente, trascendiendo los limites que imponen nuestras formas y nuestras propias creencias. Al principio de manera inconsciente, hasta que nos damos cuenta que somos nosotros mismos los que podemos dirigir y acelerar ese proceso. Vamos acumulando dones, virtudes, habilidades y comprensiones sobre el orden, sobre las reglas que mantienen la realidad funcionando armónicamente y sobre el amor, que con su neutralidad, nos une a todos y nos da libertad, y coherencia...

Hoy soy consciente que solo acumulo esa sabiduría cuando reflexiono sobre los resultados -de armonía o de sufrimiento- que obtengo al usar mi libre albedrío para decidir como actuar ante el flujo de experiencias que atraigo de la vida. No me cabe duda que todos tomamos esas decisiones fundamentadas en lo que cada uno cree, en la mezcla de información falsa o verdadera que tenemos implantada desde niños. Información sobre nosotros mismos, sobre los demás, sobre la realidad y sobre Dios. La de todos es distinta, por eso cada uno vive en su propio mundo subjetivo, creado por su propio e individual sistema de creencias. Quiere decir que a pesar que compartimos el mismo universo, en el se superponen tantas realidades como entidades conscientes existen...

Sin embargo lo que es falso y lo que es verdadero es igual para todos, es decir es absoluto. Lo falso siempre genera sufrimiento y lo verdadero siempre genera resultados de armonía en todos los mundos subjetivos. Gracias a eso podemos compartir con los demás las comprensiones que producen nuestros errores y experiencias. Otra de las cosas absolutas y comunes a todos esos mundos subjetivos es que su realidad está conformada por parejas de opuestos. Estados opuestos de ser, fuerzas opuestas, energías positivas y negativas, masculinas y femeninas, activas y pasivas. Entre todas crean un espacio de total libertad, contradicción y conflicto, incluso de desequilibrio y movimiento constante, donde lo único permanente son las paradojas que lo crean...

La paradoja fundamental la crean lo inmanifestado y lo manifestado; dicho de otra manera, se crea entre lo potencial y lo presente; entre la nada que puede ser y lo que és; entre lo que aún no existe y lo que puede ser conocido, experimentado y comprendido. De ella se derivan innumerables paradojas -de las que hablaré en otra oportunidad- que estructuran lo que existe. Paradojas que son la razón fundamental para la existencia de la consciencia, la vida, el universo, el hombre, las divinidades y el mismo Dios...

Para entender la paradoja entre lo inmanifestado y lo manifestado, comencemos por aceptar que en esta realidad hay un solo y único Ser, que tiene infinidad de partes aparentemente individuales y separadas que lo conforman. Esa unidad de todo lo que existe permite entender las sincronicidades, eventos sin causa lineal que relacionan una de las partes de de ese único Ser, con otra de sus partes a través de una tercera, para llevarle ayuda, información, o recursos que impulsen su desarrollo evolutivo. Esa unidad también explica la llamada acción a distancia, que evidencia la conexión -verificada por la ciencia- entre dos partículas separadas por millones de kilómetros -una distancia que la luz tardaría en recorrer varios segundos- de manera que al ser impactada una de ellas por una fuerza, la otra reacciona por igual en el mismo instante...

Ese único Ser al que llamaremos El Todo, está compuesto -ha estado compuesto desde siempre y lo estará para siempre- por una pareja de opuestos que permanecen en el eterno presente: El Ser inmanifestado y el Ser manifestado...

Comencemos por decir que el primero es infinito y homogéneo, permanece en un estado de profunda absorción meditativa, en eterno éxtasis espiritual, vacío de conceptos y formas, ensimismado en su siempre presente Ser, en el estado de máxima armonía. Permanece en absoluta quietud, sin embargo está vivo, late, pulsa o vibra a infinita velocidad, lo que le permite estar simultáneamente en todas los puntos del espacio infinito, en el gozo de Ser homogéneo, totalmente interconectado y coherente. No tuvo comienzo, ni tendrá final, existe desde siempre. Es infinito, continuo, sin limites, bordes o forma, por lo que no experimenta ni puede ser experimentado, no puede comprimirse, ni alterarse de ninguna manera.  Solo ES...

Imaginémolo como una esfera de radio infinito llena de potencia infinita, absolutamente indetectable, pues se comporta como un súper fluido, súper conductivo que permite que todo se mueva a través suyo sin ejercer ninguna resistencia. Es el medio perfecto e imperceptible, no se involucra, no tiene preferencias. Podemos llamarlo el Ser Absorto en Amor. En Amor porque la esencia del Amor es neutra, constante, gentil, tolerante e incondicional. En su interior se conservan las causas del orden, los arquetipos, los moldes morfogenéticos preexistentes, las leyes universales, las matrices, las progresiones matemáticas sagradas, las proporciones geométricas áureas y los fractales que introducen un mismo orden en todas las escalas. Sus características estables le dan una coherencia que lo unifica y le permite convertirse en el medio perfecto que sirve de referencia perfecta, de sustrato y soporte, de contenedor y de fundamento para el Ser que cambia. El Ser manifestado, el Ser heterogéneo cuyas partes tienen la libertad de explorar otras posibilidades distintas a las que producen cohesión y orden, pueden incluso experimentar con lo que es falso para encontrar comprensiones sobre lo que es verdadero...

El Ser que cambia le permite al único Ser, explorar su potencia de manifestación absoluta, para encontrar comprensiones sobre su existencia y sobre su propia esencia de amor y de orden. Una potencia de Ser que se manifiesta instante tras instante en un presente que nunca termina. Lo que cambia es realmente una potencialidad que se manifiesta...

De no existir esta capacidad de manifestación de estas posibilidades infinitas, el Ser Absorto se rigidizaría, se cristalizaría y moriría. Lo que es distinto, heterogéneo, individual y local, lo que explora posibilidades distintas al Ser homogéneo, es parte de su riqueza, la que lo mantiene vivo y activo. Esto solo es posible gracias a la absoluta neutralidad de su Amor que permite la coexistencia en unidad y armonía, de una infinidad de estados de ser contradictorios, incluso paradójicos, que se superponen sin auto destruirse...

Mas increíble aún, es que cada una de esas partes de ese Unico Ser, adquiere su libertad cuando asume su responsabilidad sobre los resultados que experimenta al emplearla. Cuando toma consciencia que cada una de sus decisiones genera consecuencias que debe experimentar para que pueda aprender cuando, como y porque genera armonía o sufrimiento. Eso es lo que impulsa el perfeccionamiento, la evolución y un extraordinario cambio cualitativo que regresa cada parte, al estado homogenéo del Ser Absorto. Mientras eso sucede conviven e interactúan formando una asociación positiva que los beneficia a todos e incrementa su libertad y su coherencia...

Existe entonces una paradoja, incognoscible e incomprensible para nuestra mente lógica: un único Ser en el que coexisten armónicamente y superpuestos una pareja de estados opuestos que forman una unidad coherente en el eterno presente. Un único Ser con una parte homogénea que permanece en igualdad constante y otra parte heterogénea que siempre cambia...

La parte heterogénea es el Ser Manifestado, que esta compuesto por una gran cantidad de partes finitas, limitadas y temporales, que permanecen en cambio y movimiento constante, pero que sin embargo conforman una unidad. Esas partes individuales establecen equilibrios temporales que cambian dinámicamente para crear una infinita sucesión de estados de Ser. Su interacción crea una sucesión infinita de experiencias que sintetizan una sucesión infinita de comprensiones sobre su potencia de Ser, su esencia de orden y amor. Además le permiten el gozo de experimentar una infinita sucesión de estados de ser, todos distintos, únicos y originales que lo mantienen vivo, deliberadamente alerta, consciente y despierto...

Mientras viven su proceso evolutivo de cambio dinámico, conforman una diversidad jerarquizada por comparación, entre sus niveles de información, de energía, de frecuencia vibratoria, de voluntad, de dones, virtudes y habilidades, que son los que les permiten mantener estados cada vez más permanentes de paz interior y plenitud, de maestría. En la escogencia de los estados que sus partes experimentan no hay ninguna preferencia, todas las posibilidades que pueden aparecer son perfectas, todas son iguales, todas permiten convertir la ignorancia en sabiduría, de ahí su libre albedrío. Así se gestan una infinidad de estados de Ser que conviven formando una asociación positiva, su interacción los beneficia mutuamente e incrementa fuertemente su coherencia y su armonía...

Conforman un estado unitario, una conciencia unificada, que sabe que esta conformada por infinidad de partes distintas que actúan conjuntamente y que unifican sus decisiones instante tras instante por consenso armónico, para escoger cual de las infinitas posibilidades se manifiesta en el eterno presente colectivo...

El Ser Manifestado -al que podemos llamar el Ser que Actúa- se relaciona consigo mismo, sus partes adoptan infinidad de Estados de Ser mientras evolucionan hacia la perfección van aumentando su frecuencia vibratoria, elevándose por las jerarquías de consciencia, en su camino de regreso paulatino hacia la vibración Infinita y la perfección del Ser Absorto, del que fueron emanadas...

Ese es el verdadero sentido del antiquísimo símbolo del Ouroburos, la serpiente que engulle su propia cola y que conforma, con su cuerpo, una forma circular que representa al eterno movimiento. El flujo circular entre lo inmanifestado que se manifiesta de manera limitada y diversa, para regresar de nuevo a inmanifestarse en lo homogeneo. El movimiento entre el Ser Absorto que emana un fluido constante de energía consciente -pero vacía de información- que se convierte en el Ser que Actúa. A través de sus creaciones y experiencias en lo limitado encuentra comprensiones, verdades, certezas y un extraordinario gozo de ser, que le permiten regresar -rebosante de sabiduría- al eterno éxtasis espiritual, vacío de conceptos y formas, del siempre presente Ser Absorto...

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