sábado, 27 de marzo de 2010

8-LA GUÍA DE LAS ESTRELLAS





Los cuerpos espiritual, mental, astral, etérico y físico
La filosofía maya nos dice que los seres humanos estamos conformados por 5 cuerpos distintos que coexisten en distintas dimensiones, las cuales van de lo etéreo y espiritual a lo denso y físico. El más sutil de todos es nuestro cuerpo espiritual, al que llamaron In’han, que significa "Ser de Luz". Se encontraba en las dimensiones superiores de la realidad, donde permanecía como observador neutro e imparcial de las experiencias del alma.

Veían al Alma –a la cual llamaban Pix’Han, que quiere decir "Forma del Ser"– como el contenedor de los otros cuatro cuerpos. En su visión, el Espíritu es eterno, en tanto que el alma es temporal. El espíritu que es creado inocente y sin información, por su naturaleza neutra y divina no puede experimentar con lo que es falso. Para eso es creada el alma –que depende del espíritu– como un intermediario entre lo sutil y lo físico, que experimenta con los contrastes entre lo falso y lo verdadero para obtener comprensión. Después de la muerte el alma le entrega al espíritu las comprensiones y certezas que obtuvo sobre el orden del Universo y sobre lo que es la verdadera esencia del amor –la neutralidad, la humildad, la tolerancia, la flexibilidad, la gentileza y la incondicionalidad– que siempre generan resultados de armonía en la vida. De esta manera, al acumular las comprensiones que le entrega el alma, el espíritu evoluciona sin contaminarse
.
El alma contiene y “anima” con su fuerza vital a los otros cuatro cuerpos: el primero de ellos es el cuerpo mental, al cual los mayas llamaban Hol K’uh, que significa “mente del Ser”. La mente es nuestro supremo procesador. Recibe las emociones para transformarlas en sentimientos que luego convierte en pensamientos, decisiones y en acciones. Contiene el sistema de creencias que da forma a nuestra personalidad; lo que hoy llamamos Ego y todos los componentes de nuestra identidad individual. El segundo cuerpo contenido por el alma es el Astral o Emocional, al que llamaban Ki K’uh, que significa “corazón del Ser”. Es el que procesa las emociones y sensaciones recibidas de nuestro Cuerpo Físico a través de nuestro Cuerpo Etérico. A nuestro tercer cuerpo lo llamaban Sakal K’uh, que significa “Ser que resplandece”. Hoy lo llamamos cuerpo Etérico o cuerpo de energía y sabemos que estructura en su interior al sistema de los siete Chakras. Siete centros sutiles de procesamiento energético ubicados sobre la columna vertebral, directamente conectados a los sistemas endocrino y nervioso central en el cuerpo físico. Se encargan de captar, transformar y distribuir las energías en todas las frecuencias del campo electromagnético, provenientes de la tierra y del cosmos. El cuarto y último cuerpo es el físico material, que es realmente energía densificada en la tercera dimensión. Los mayas lo llamaban Widil-lil, que significa "Ser en vibración constante". En la visión maya el alma comienza a acumular información desde el momento de la concepción –cuando entra como energía vital a la matriz de la madre– para impulsar el desarrollo simultáneo de los cuatro cuerpos que componen a un ser humano. Las características y cualidades de los 260 días que dura el embarazo –un giro del Tzol’Kin maya– fijaran los atributos que tendrá la personalidad, el DNA fijará la correspondencia del cuerpo con el alma. El espíritu –imbuido por las energías cósmicas del momento del nacimiento– entra al cuerpo con la primera bocanada de aire, para conectar con el alma e imprimirle las correspondencias de aprendizaje que habrá de experimentar en la vida que comienza. Simultáneamente fija en el cuerpo mental las comprensiones adquiridas en las reencarnaciones pasadas, las cuales se manifestarán como dones y talentos.

El alma y el espíritu corresponden a dos escalas distintas, tanto de espacio como de tiempo

Estas dos escalas del ser, alma y espíritu se corresponden con dos escalas en su espacio sagrado. Una escala menor –la del alma– a nivel del Sistema Solar. Otra escala mayor –la del espíritu– a nivel de las estrellas, del centro galáctico y del Cosmos. Los procesos del alma y de la identidad individual son cortos en términos universales, puesto que duran entre 70 y 90 años, el promedio de una vida humana. Intervalo suficiente para que en los primeros 7 años de vida, los padres, las relaciones familiares, la cultura y la religión del lugar donde se escogió nacer, implanten la mezcla de creencias falsas y verdaderas que conforman el Ego y luego se tenga el tiempo necesario para localizar las que son falsas y “desinstalarlas” conscientemente. Esas falsas creencias nos impulsan a actuar de manera equivocada, lo cual nos genera conflicto y sufrimiento. Al buscar eliminarlo para alcanzar la felicidad, es cuando las localizamos. Este proceso nos permite comprender lo que es verdad en el Universo y encontrar las certezas sobre cuáles conductas, actitudes y maneras de ser generan siempre armonía en nuestra vida. Esas comprensiones y certezas son las que entrega el alma a nuestro espíritu en lo procesos que tienen lugar después de la muerte.


EL ZODIACOMAYA  RELACIONA LAS REENCARNACIONES DEL HOMBRE Y LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD CON LAS CONSTELACIONES Y CON EL COSMOS. EL SOL Y LOS PLANETAS DETERMINAN EL DESTINODEL ALMA; EL CENTRO DE LA GALAXIA Y LAS ESTRELLAS, EL DEL ESPÍRITU.

El ESPÍRITU EVOLUCIONA ACUMULANDO LAS CERTEZAS PRODUCIDAS POR MUCHAS VIDAS

Los mayas creían en la reencarnación. La llamaron Ka’Put-Sigil, que significa “volver a experimentar la vida”. Es a lo largo de muchas vidas que el espíritu acumula las comprensiones sobre el orden inherente en el universo, obteniendo cada vez más sabiduría y perfección. En ese proceso evolutivo nuestro espíritu se vale de muchas almas, muchas personalidades y vidas distintas. Éstas le permiten acumular la comprensión necesaria para “graduarse” y salir iluminado de esta etapa de Ser humano. Los procesos de nuestro espíritu diferenciado –en contraste con los de nuestra alma– son de una escala de tiempo enorme y se miden en Grandes Ciclos Cósmicos: Su transformación de inocente en sabio le toma aproximadamente dos Grandes Ciclos Cósmicos (52.000 años), tiempo en el cual puede experimentar dos desarrollos distintos –como el de la civilización Atlante y la actual– y, de acuerdo con mayas y egipcios, entre 700 y 1.000 vidas para llegar a la iluminación. Luego –ya como Maestro Ascendido– se toma otros dos Grandes Ciclos Cósmicos enseñando lo aprendido, como guía de entidades encarnadas aún no iluminadas. La iluminación, que es una transformación de Ser humano en Ser de luz, libera de las limitaciones materiales y hace a la consciencia continua, para que jamas vuelva a ser interrumpida por la muerte. Así, pasa a ser una entidad inmortal, que puede entrar y salir voluntariamente de la materia. Sin embargo, continúa evolucionando en otra escala y en otra realidad.
La relación entre las características temporales del alma y las características eternas del espíritu, es correspondiente con la relación de escala espacial existente entre el Sistema Solar y la Galaxia. Igual sucede con la relación de tiempo, puesto que en el interior del Sistema Solar todo cambia muy rápidamente, mientras en la galaxia hay una estabilidad mayor y los cambios son mucho más lentos. Las estrellas están a unas distancias enormes de la Tierra, comparadas con las distancias que existen en el interior de nuestro Sistema Solar. Existe un gigantesco espacio vacío fuera del Sistema Solar hasta llegar a las estrellas. Alfa Centauro –la estrella más cercana– se encuentra a 4,3 años-luz. Es decir, que la luz, que en un segundo da 7 vueltas y media a la Tierra, se tarda 4,3 años para llegar hasta aquí.

EL CENTRO GALÁCTICO REPRESENTA AL ESPÍRITU DIFERENCIADO Y DETERMINA EL DESTINO MAYOR

Por correspondencia, el Sol en el Sistema Solar representa al Alma, y el Centro Galáctico en el Cosmos representa al espíritu. El espíritu es eterno y transpersonal, evoluciona con las comprensiones que le entregan una sucesión de almas en muchas vidas. El Centro Galáctico que lo representa, es una entidad que ordena billones de soles y sistemas solares, los cuales conforman una unidad con forma de espiral. Es similar al espíritu, que no está asociado a un solo cuerpo, sino a muchos, de los cuales se vale en cientos de reencarnaciones. Sólo a través de las experiencias en carne propia surgen en nuestro interior las comprensiones y certezas sobre cómo funciona todo a nuestro alrededor. Son los resultados que obtenemos, al decidir libremente cómo actuar ante los eventos que suceden, los que nos permiten aprender –por prueba y error– qué conductas generan armonía, paz interior y felicidad en nuestras vidas. Es precisamente la búsqueda de esa felicidad la que nos impulsa a aprender y a autotransformarnos, en el larguísimo proceso –nos toma muchas vidas– que nos conduce a la perfección y a la iluminación. Encarnamos entonces para experimentar, puesto que es a través de las experiencias que iluminamos nuestras ignorancias y oscuridades. Son éstas las que evidencian las falsas creencias que conforman nuestro Ego y las que transforman un ser ignorante, arrogante, reactivo e insensible, en un ser sabio, humilde, sereno, justo y gentil.

ELDESTINOMAYORES ALASCONSTELACIONES, LOQUE ELDESTINOMENOR ES ALSISTEMASOLAR

Todos tenemos entonces un Destino Mayor, una sucesión de eventos y experiencias genéricas comunes, que debemos vivir para obtener las comprensiones que potencien esa libre autotransformación y garanticen nuestra iluminación. El Destino Mayor es colectivo, pero nuestro espíritu –guiado por el Maestro Ascendido– lo ajusta a nuestro propio recorrido. Quiere decir entonces que el Destino Mayor individual es el que ordena y secuencia las experiencias, los atributos de personalidad y las características de identidad que necesitamos adoptar y vivir en toda nuestra cadena de reencarnaciones.

El Destino Mayor es activado por las constelaciones, que son las que implantan con sus energías e influencias, el tipo de personalidad que queremos adoptar. Lo hacen en dos escalas: Una mayor, que determina la energía y la influencia predominante de cada constelación en un intervalo muy grande de tiempo al cual llamamos Era –los mayas dividieron el Gran Ciclo Cósmico de 26.000 años en 13 eras de 2.000 años, una por cada una de sus 13 constelaciones–. Otra menor, la cual actúa a una escala más corta, a través de la correspondencia que tienen las 13 constelaciones con las 13 lunaciones de cada año solar. Es en la lunación correspondiente al momento del nacimiento, cuando le imprimen al alma el tipo de personalidad que decidimos tener de acuerdo con nuestro Destino Mayor.

Después de cada muerte –una vez decididas las experiencias que vamos a tener en la siguiente reencarnación– se conforma nuestro Destino Menor. Las correspondencias que necesitamos para aprender, el lugar donde necesitamos nacer, las relaciones que necesitamos tener, los recursos de que dispondremos, el tipo de cuerpo y estado de salud con el que queremos experimentar en esta vida. También se determinan los Eventos de Destino, las situaciones difíciles que –al cambiar súbitamente el orden existente en nuestras vidas– generarán las comprensiones más importantes. Son las posiciones armónicas, las influencias y las energías que inducen el Sistema Solar, el Sol, la Luna y los planetas los que fijan el Destino Menor y los que activan, en el momento adecuado con sus movimientos cíclicos, los Eventos de Destino.

EL ESPÍRITU, EL DESTINO MAYOR Y LA LEY DE CAUSA Y EFECTO DETERMINAN EL TIPO DE REENCARNACIÓN QUE NECESITA LA CONSCIENCIA

Nuestro espíritu decide el tipo de vida que experimentaremos en la siguiente reencarnación. Esta decisión se toma con base en los errores cometidos por nuestra alma en la vida que recién terminó. Los hombres estamos sujetos a la Ley de Causa y Efecto. Es ésta la que nos permite crear cualquier cosa que deseemos experimentar, la que nos da la libertad para decidir y actuar con base en el sistema de creencias que cada uno de nosotros tiene. Sin embargo, también nos obliga a experimentar en carne propia los efectos que producen nuestras creaciones y los errores que podamos cometer. Esa es la manera en que asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones, acciones y omisiones. No obstante, muchas de las creencias que fundamentan nuestras decisiones son falsas sin nosotros saberlo. Tan sólo podemos reconocer y diferenciar lo verdadero de lo falso por los efectos que producen en nuestra vida. Lo verdadero siempre produce armonía, belleza y abundancia, lo falso siempre genera angustia, sufrimiento, conflicto, perdida de energía vital, depresión y enfermedad. Las creencias falsas que aún no hemos detectado nos inducen a cometer errores, los cuales nos generan sufrimiento. El error hace evidentes las conductas equivocadas que necesitamos corregir para poder alcanzar la felicidad que todos deseamos. El error cometido le indica a nuestro espíritu lo que nos falta por aprender. Esto facilita definir lo que necesitamos experimentar para obtener las comprensiones necesarias para evolucionar. Nótese que no se trata de un castigo; el Universo no penaliza el error que nos permite evolucionar ni tampoco enjuicia nuestras conductas. Podemos decidir tomar la lección en la siguiente vida, o en dos o tres más adelante; el Universo no tiene prisa. En esta visión maya, lo que hoy llamamos Karma, es realmente lo que nos falta por aprender. La Ley de Causa y Efecto no es una Ley del Talión, de “ojo por ojo y diente por diente”.



Constelaciones circumpolares en lo alto de la bóveda celeste. El eje de la Tierra se orienta hoy hacia Polaris, la brillante estrella de la Osa Menor.

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El Centro Galáctico –a través del Gran Ciclo Cósmico– marca el ritmo de las emisiones periódicas de energía que producen la rápida transformación que los mayas llamaron “El Tiempo del No-–Tiempo” y los cataclismos que se suceden cada 26.000 años. Crea eventos en los cielos que tienen correspondencia con Eventos de Destino planetarios, los cuales afectan a toda la humanidad y transforman o ponen fin al orden desarrollado por nuestra civilización. El Orden Supremo busca garantizar la existencia de una diversidad de situaciones, experiencias, desarrollos sociales y civilizaciones que permitan una infinidad de puntos de vista y comprensiones diversas, para que el hombre llegue a comprender que la verdadera esencia de Dios –el amor– es también nuestra esencia, para que cada nueva reencarnación amplíe nuestra percepción de la realidad, puesto que las experiencias que encontramos en cada reencarnación son definitivamente distintas. La precesión de los equinoccios, ese movimiento que cambia la orientación del eje de la Tierra hacia las estrellas Circumpolares –ubicadas sobre el Polo Norte del planeta–, giro que se ajusta a la forma de un cono virtual, también se sincroniza con el Gran Ciclo Cósmico y es, por ende, dependiente del Centro Galáctico. Las Constelaciones Circumpolares eran consideradas eternas por los mayas –porque nunca se ocultaban tras el horizonte y eran siempre visibles–, por lo tanto eran las más relacionadas con el espíritu. Se ubican sobre la corona del planeta y sus energías entran directamente a través del eje al corazón de la Tierra, desde donde son irradiadas –como la fuerza vital femenina que condensa la energía en materia– hacia la superficie, para impulsar el crecimiento de la naturaleza y sostener los procesos vitales y mentales del Ser humano.




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Ese mismo giro del eje polar del planeta –ajustado a un cono– produce los desplazamientos de las llamadas constelaciones zodiacales, por el horizonte detrás del Sol. En su desplazamiento, estas constelaciones producen las variaciones de energía y de frecuencia vibratoria que trae cada era. Lo cual impulsa grandes cambios en la manera de pensar; en la historia, en las civilizaciones y en las interrelaciones sociales. Es evidente la sincronía entre el cambio de constelación y una de las mayores transformaciones de nuestra historia. En el paso de la Era maya del Zorro a la Era actual del Jaguar, desaparecieron la civilización egipcia y la escuela de misterios de El Ojo de Horus, además de los ritos iniciáticos egipcios y griegos. La era presente trajo la fuerza como medio para difundir las creencias y con ello el oscurantismo religioso, la inquisición, el materialismo científico y el individualismo dominante sobre los asuntos colectivos.

Existe una sincronía entre los eventos en los cielos y lo que le ocurre a la humanidad en la Tierra. Fue para encontrar el tipo de influencias y de potencialidades que inducían la energía de las estrellas en el hombre, en su Destino Mayor y en la evolución de su consciencia, que los mayas desarrollaron su Zodíaco. Buscando develar el mundo perfecto de las divinidades desarrollaron el concepto de la Tierra en el centro de una sucesión de 13 bóvedas celestes, 13 niveles o dimensiones, en el cual cada esfera estaba contenida por otra que le seguía en tamaño, algo más grande, a la manera de un Universo Geocéntrico. En esas bóvedas celestes vivían las Oxlahun K'uhul Oob, que significa las 13 Divinidades. Entre más alta era la bóveda en que estas Jerarquías celestes habitaban, era mayor el nivel de información, energía y poder que tenían. A partir de la primera esfera con respecto a la Tierra ubicaron los fenómenos naturales, las ventiscas, vendavales, tornados, huracanes, tormentas de nieve, rayos, centellas, lluvia, granizo, nubes, neblina y rocío. En la segunda esfera ubicaron los fenómenos cósmicos que cambian el orden en los cielos, como meteoritos y cometas. En la tercera esfera ubicaron la Luna y los planetas del Sistema Solar. En la cuarta esfera ubicaron el Sol y en la quinta esfera ubicaron las estrellas como si estuvieran todas a la misma distancia. La realidad es que las estrellas de una misma constelación están a distancias diferentes y en muchos casos pertenecen a distintas familias de estrellas. Sin embargo, la irradiación y la frecuencia vibratoria que emite el área del cielo donde se encuentran, es la media que resulta de considerarlas a todas como una unidad. La Energía de todas las estrellas no es igual, emanan energía en distintas frecuencias vibratorias que van desde los rayos gamma hasta las ondas de radio, en el inmenso espectro de energía electromagnética, y brillan en distintos colores con diferentes intensidades de luz visible. Son fuentes de ondas estacionarias con frecuencias vibratorias y características distintas.

LASBÓVEDASCELESTES MAYAS

De manera práctica establecieron un cinturón por encima del Ecuador, sobre la bóveda de las estrellas, y lo dividieron en 13 áreas iguales limitadas –13 sectores de aproximadamente 28º–, cada una contiene un grupo de estrellas fijas en el cielo, que hoy conocemos como las constelaciones zodiacales mayas. Esta banda es particularmente relevante puesto que en esa misma región del cielo –vista desde la Tierra– orbitan los planetas de nuestro Sistema Solar. Allí también se encuentra la eclíptica, el camino que de manera aparente recorre el Sol cada año (la que realmente se mueve es la Tierra), movimiento que lo desplaza frente a cada una de estas constelaciones. Los mayas representaron la eclíptica como una serpiente con dos cabezas, una en cada uno de sus dos extremos. La posición del Sol con respecto a estas constelaciones determinaba el Glifo –que simbolizaba a la divinidad encarnada en esas estrellas– y los atributos que éste le imprimía a la persona al nacer.

Las estrellas más luminosas –hay muchas más que no pueden verse a simple vista– fueron unidas por los antiguos con líneas imaginarias; así conformaron las figuras simbólicas que representaban a las constelaciones sobre las áreas definidas en la bóveda celeste. Identificaron cada constelación con un animal, el “Círculo de Animales”, que los griegos habían denominado el Zodíaco. Para nuestras arrogantes mentes occidentales, "animal" significa bruto, bestia, tonto, el nivel más bajo en la escala evolutiva. Sin embargo, en tiempos pasados los animales eran considerados espíritus guardianes. Cada especie representaba a un principio de orden encarnado, un atributo o característica de personalidad. Los 13 animales encarnan a 13 distintos estados de consciencia, que corresponden a 13 principios de orden y a 13 distintas características de personalidad. El venado a la belleza y la sensibilidad, el zorro a la astucia y el jaguar al poder. El Códice París en sus páginas 23 y 24 ilustra a los 13 animales, escogidos cuidadosamente por los mayas, para simbolizar a las 13 constelaciones de estrellas de su Zodíaco. El Códice también establece que el Sol tarda 2.000 años mayas en pasar frente a cada una de las 13 constelaciones ocultándolas con su brillo. Lo que efectivamente “Eclipsa” a la que va quedando detrás de él, de ahí surge el término de “el Sol se mueve por la Eclíptica”. Un giro completo, por las 13 constelaciones zodiacales conforma el período de 26.000 años, al cual hoy llamamos el Gran Ciclo Cósmico. Una quinta parte del mismo equivale al intervalo de 5.200 años mayas, medida en la Cuenta Larga, que termina en el año 2012. A una escala más cercana, en cada año solar, las mismas 13 constelaciones se desplazan frente al horizonte terrestre, correspondiendo con las 13 lunaciones, las 13 órbitas alrededor de la Tierra que realiza la Luna en 13 períodos de 28 días cada uno. Las energías de esas constelaciones fijan –en el momento del nacimiento– los atributos de personalidad determinados por nuestro Destino Mayor. La reencarnación garantiza que recibamos a lo largo de distintas vidas la energía de todas esas constelaciones y experimentemos todos los procesos que éstas inducen. De esta manera el Plan Supremo asegura la evolución de nuestra consciencia.



ELEGOIMPIDEEL CONTACTO CON ELESPÍRITU

A pesar de que no podemos verlas durante el día, por la luz que irradia el Sol, las estrellas brillan todo el tiempo. Sólo aparecen cuando el Sol, el Ego, desaparece tras el horizonte. Es el Ego el que impide que nos relacionemos con nuestro espíritu. Sólo cuando lo trascendemos podemos contactar con nuestro Ser. Nuestra mente funciona como un péndulo, permanece comparando conceptos opuestos que realmente son complementarios. Sólo cuando se detiene, nuestro pensamiento se vuelve vertical y podemos hacer contacto con nuestro espíritu. Esto siempre nos permite “bajar” inspiraciones e intuiciones de las dimensiones más sutiles de la realidad. Los mayas expresaban esta manera de ver la realidad en las ofrendas simbólicas que hacían a sus divinidades. Incineraban en un brasero una pequeña soga circular a la cual habían atado con nudos triples una serie de plumas de colores. Los nudos representaban la sucesión de vidas temporales. Las plumas, las comprensiones alcanzadas en cada una de esas vidas, las que permitían a un ser humano transformarse en una serpiente emplumada, en un ser de luz libre de limitaciones materiales. La soga circular simbolizaba al eterno espíritu. Era su manera de ofrecer a Dios las comprensiones sobre el orden del Universo, que en su vida presente aportaban al proceso evolutivo de su espíritu.

ELCAMBIODE LAERADELJAGUARALAERADELHALCÓN

En el Zodíaco maya, los últimos 20 años de la Era del Jaguar y el final de la Cuenta Larga terminan en el año 2012. Actualmente estamos experimentando el intervalo que los mayas llamaron “El Tiempo del No-–Tiempo”, cuando el Sistema Solar se transforma –impulsado por la radiación del Sol– para ajustarse a las características del sector de la constelación del Halcón. El Ser-Jaguar es fuerte, veloz, impulsivo, instintivo y reactivo. Manifiesta siempre su fuerza para defender sus creencias, que generalmente son falsas, lo cual lo lleva al conflicto con los demás, a la pérdida de su energía vital y de su paz interior.

Desde lo alto, el Ser-Halcón puede observar simultáneamente todo el panorama y su más pequeño detalle. El gran panorama representa la intuición, mientras el detalle simboliza la razón. El Ser-Halcón manifiesta la sabiduría alcanzada en su proceso evolutivo, verdades verificadas, las cuales conserva como certezas sobre cómo actuar para generar siempre armonía, abundancia, paz interior y belleza en su vida. El Ser-Jaguar no tiene una visión espiritual integradora, que le permita comprender las cualidades esenciales y los atributos de los demás. El Ser-Halcón, en cambio, utiliza simultáneamente su razón y su intuición, su lógica y su sensibilidad, su capacidad de análisis comparativo y su capacidad de captar la totalidad. El cambio entre una era y otra es radical y trae como consecuencia un aumento de la energía vital, mayor capacidad de percepción, confianza absoluta en el orden del Universo y una conducta neutral y serena que no genera conflicto.

Como hemos, visto la inclinación del eje de giro de la Tierra y las rotaciones, órbitas y movimientos concatenados de todos los astros no suceden por casualidad: forman parte de un Plan Supremo que garantiza la evolución de la consciencia.


Los 13 Signos del Zodíaco maya reúnen la información encontrada por sus chamanes, sobre la diversidad de estados de ser, atributos y características que inducen las energías de las estrellas en el hombre. Influencia que representaron en las distintas cualidades de 13 animales. De esta manera el Cosmos facilita la aparición de experiencias y puntos de vista diferentes sobre la realidad en cada reencarnación, los cuales potencian la Evolución de la Consciencia. También entregan información sobre el cambio periódico –entre Eras– de actitud en la consciencia colectiva.

El ALACRÁN-SINAAN encarna el principio de la soledad, la introspección y la independencia. Es un

sobreviviente nato, resistente a condiciones adversas en el entorno. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde lo tradicional. El Ser-Alacrán es enemigo del cambio, introvertido, analítico, metódico, práctico, eficiente, responsable, leal y fiel. Celoso, no perdona la infidelidad; es rencoroso y vengativo.



El MURCIÉLAGO-ZOTZ encarna el principio de la fortaleza interior, la claridad mental y la adaptabilidad a un entorno difícil, a una vida en medio de la oscuridad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el liderazgo, la alta autoestima, la agilidad y la rapidez, busca la gestación de comunidad. Es autoritario, carismático, luchador, emprendedor, de carácter fuerte y decidido, impulsivo y pasional: hace y luego piensa. Hábil manipulador, consigue lo que se propone. El Ser-Murciélago es exigente, libre en extremo y con una fuerte personalidad.


LA TORTUGA-AAK encarna el principio de la tranquilidad, de la paz interior, el equilibrio y el consenso. Es introvertido y solitario. Necesita del contacto con la luz y el calor del Sol. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde la paciencia, la calma y la perseverancia. El Ser-Tortuga es responsable, incondicional, hogareño,
afectuoso, pacifista, humanista, trabajador, amigo fiel, tímido, convencional, noble y religioso.


LA ARDILLA-TZUB encarna el principio de la agilidad, la actividad, la independencia, la vida en contacto con la naturaleza y la obsesión por tener, ahorrar y prever. Induce atributos y estados de ser de actividad incesante, laboriosidad, inquietud e inestabilidad. El Ser–Ardilla es ingenioso, sencillo, descomplicado, conversador, mitómano, chismoso, amiguero, multitareas, detallista, gran comunicador y vendedor. Se hace amar fácilmente, es sincero y poco diplomático.


LA SERPIENTE-TZAB es el principio encarnado del sigilo, la lentitud, la elegancia y el gozo de la vida en contacto con la Tierra y su fuerza vital. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el sibaritismo, el refinamiento, la sofisticación y la independencia. El Ser-Serpiente es sensible, romántico, inseguro, celoso y de amores imposibles. Un enemigo de cuidado, porque se defiende sin piedad y su veneno es letal. Ama el lujo, el confort y el sexo. Gana sus espacios lentamente, es excelente trabajador y muy buen comerciante.



EL ZORRO-FEX encarna el principio de la astucia, la agilidad, la nobleza, la lealtad, la fidelidad y la vocación por el servicio. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el idealismo y el sacrificio por los demás. El Ser-Zorro se entremete en las vidas ajenas, busca –de buena fe– evitarles a los demás el sufrimiento que les permite evolucionar. Normalmente es tradicionalista, conservador y familiar, pero cuando es rebelde puede ser bohemio, hippie, romántico y soñador.


El JAGUAR-B’ALAM encarna el principio de la fuerza, la audacia, la pasión y la fogosidad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el fanatismo y las creencias que defiende a ultranza. Actitud que genera conflictos, los cuales busca resolver a la fuerza; generando a su alrededor sufrimiento, pérdida de energía vital y de paz interior. El Ser-Jaguar es incondicional, silencios o, independiente, muy difícil de atrapar y sabe actuar con sigilo y premeditación, lo que lo convierte en un excelente cazador. Consentido y maestro en el sexo, es muy reactivo. Consigue lo que se propone y siempre dice la última palabra.


El HALCÓN–COZ encarna el principio de la seguridad, la independencia, la libertad y la espiritualidad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el saber, desde las certezas de cómo funciona el Universo, las cuales ha acumulado como una gran riqueza interior. El Ser–Halcón es un líder natural; autosuficiente y responsable, acepta la realidad como perfecta, así aparente ser caótica. Es ecuánime, sereno e íntegro. Da ejemplo de templanza y de flexibilidad, de incondicionalidad y de compromiso. Triunfador de personalidad definida, carácter fuerte, gustos refinados y amante de la soledad. Establece metas claras y las cumple.



ELMONO-BATZ encarna el principio del no compromiso, la travesura, la curiosidad, la aventura y la reactividad automática. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el juego y la diversión, la irreflexión, la inestabilidad, la infidelidad y la inconstancia. El Ser-Mono es social en extremo, divertido, simpático, libre, independiente, creativo y optimista.


EL LAGARTO-SHIB’KAY encarna el principio de la adaptación, la flexibilidad, la simplicidad y la desconfianza. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde la parsimonia y el orden metódico. Huye al menor peligro, experimenta muchos cambios y renacimientos. El Ser-Lagarto es lento para tomar decisiones, vive obsesionado por la limpieza, es reservado, fiel, constante y de pocos amigos.


ELPAVOREAL-KANBUL encarna el principio de la originalidad, la excentricidad, la vanidad y la creatividad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el optimismo, el humor, la extroversión, el carisma, el misterio y la inconformidad. El Ser-Pavo es rebelde, loco, divertido, detesta la mediocridad, es perfeccionista y hedonista. Busca lucirse, ser el centro de atención, brillar y tener fama.



LALECHUZA-SHOCH encarna el principio de la intuición, la sanación, la clarividencia, la clariaudiencia, el sexto sentido y la magia. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde las corazonadas, el conocimiento instantáneo de los demás, la ciencia, la ecología y la amistad. El Ser-Lechuza es comprensivo y sabio, hierbatero y sacerdote, ama a los animales, enamoradizo, tímido, noctámbulo y fiel.


EL VENADO-KEEJ encarna el principio de la sensibilidad, la fragilidad, la delicadeza, la belleza y el temor. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde lo físico, la armonía, la ternura, la dulzura, la inocencia y la vulnerabilidad. El Ser-Venado es soñador e idealista, honesto y sincero, artista y poeta. No tiene rutinas ni hábitos, es romántico, asustadizo, coqueto y buen amigo.

Más información sobre la realidad:

domingo, 21 de marzo de 2010

7-EL MÁGICO NÚMERO 13



Los mayas modelaron un espacio sagrado al cual ajustaron el diseño de sus ciudades. Lo orientaron hacia el Sol, lo relacionaron con el Cosmos y lo sincronizaron con el Equinoccio de Primavera.
Al estudiar la realidad a su alrededor, los mayas comprendieron que necesitaban relacionar íntimamente al hombre y a la comunidad con los ciclos naturales y con el cosmos. Para ellos, esta era la única manera de fluir con las fuerzas inteligentes que dan forma y trascendencia al Universo; de aprovechar conscientemente la coherencia de todo lo que existe para impulsar la evolución de su consciencia y permanecer en una serena felicidad.
Sus sabios crearon entonces un espacio conceptual y mental, un modelo sagrado al que ajustaron sus ciudades, en el cual ubicaron sus plazas y sus templos. Comenzaron por referenciarlo a un centro de observación; a un punto focal donde construyeron siempre la Pirámide Principal –el Templo Máximo– de cada una de sus ciudades estado. Comprendieron que para ajustarlo al orden inherente en la realidad debían orientarlo de manera muy precisa hacia el eje Este–Oeste por el cual se desplazaba el Sol; ubicaron las posiciones que ocupaba al amanecer y al atardecer en los días de los equinoccios, cuando su relación con la Tierra era tan perfecta que el intervalo de luz y oscuridad eran exactamente iguales. Así lograron que su comunidad mantuviera una relación deliberada y consciente con el Universo. Esto generó un orden social armónico y permitió que generaciones de sacerdotes del Sol pudieran dedicarse sin obstáculos a estructurar con sus investigaciones su extraordinario legado. Sus precisos calendarios, sus modelos sobre los sucesos que habrían de repetirse con el paso de los días. Toda la información que les facilitó entender lo que sucedía a su alrededor. La predicción de eventos que sucederían en nuestros tiempos por correspondencia con procesos y movimientos concatenados que habrían de suceder arriba, en el dominio de las fuerzas causales, del Sol, de la Luna, de los planetas, de las estrellas, de la galaxia y del Universo entero.
Comprendieron que el día del Equinoccio de Primavera unía el Espacio y el Tiempo, en un fenómeno visible y mensurable en todo el planeta. Lo que ocurría no era un evento local, como los pasos cenitales del Sol, los cuales –como hemos visto– varían dependiendo de la latitud de la región en donde son registrados. Por lo tanto, el Equinoccio podía usarse –desde todas sus ciudades– como un punto común de referencia espacio–temporal para sincronizar sus calendarios con la realidad. Un punto fijo en una realidad dinámica que usaron para medir los movimientos cíclicos de los planetas y de la bóveda celeste, para relacionarlos con las transformaciones y eventos que se sucedían en la naturaleza y afectaban profundamente la vida del hombre. Inteligentemente develaron muchas sincronicidades entre estas dos escalas de la realidad; correlaciones que reflejaban la unidad y la coherencia entre todo lo que existe y el propósito común a todos los seres. Encontraron que había correspondencias entre algunas posiciones planetarias –las cuales tenían una relación geométrica y matemática armónica– con eventos, estados de ser y experiencias humanas. Verificaron que, al repetirse estas posiciones resonantes, eventos muy similares volvían a suceder.
En consecuencia con todo este pensamiento –durante toda la época clásica– los mayas celebraron en el día del Equinoccio de Primavera la terminación del invierno, el final del año y la llegada de la primavera con la cual comenzaba el nuevo año. Al día siguiente, comenzaban la celebración de los Way’Eb, los días de transición entre el año que terminaba y el nuevo. Uno de los propósitos de esos días era verificar y ajustar perfectamente el tiempo divino –el cual determinaba los movimientos de los astros a la par con los comportamientos de la naturaleza– con los calendarios de los hombres. Para ello, cada cuatro años le agregaban un día adicional a esos festejos, de manera similar a nuestro año bisiesto. Así garantizaban que la información obtenida sobre las características individuales de cada día del año –al repetírse éste cíclicamente– sirviera para programar qué actividades debía realizar la comunidad; de esta manera estarían en consonancia con las energías del cosmos que ayudaban a impulsarlas.
Año tras año, usaron el día del Equinoccio como referencia para develar con exactitud las transformaciones diarias que inducen los astros en la naturaleza, en los estados esenciales de la energía sobre la Tierra, en lo frío y en lo caliente, en lo húmedo y en lo seco. La correspondencia con fenómenos naturales como las lluvias, los vientos y las estaciones climáticas, eventos que veían como encarnaciones de espíritus inteligentes o de presencias metafísicas que actuaban en consonancia con la mente del hombre. De alguna manera, los mayas fueron animistas, puesto que desarrollaron una sensibilidad especial, una manera para percibir y contactar a los espíritus de todo lo que existe; de los bosques, de los ríos, de los vientos y de las lluvias; para develar las sincronicidades que éstos inducían en la vida del hombre. Abrieron su mente a la existencia de una relación, entre el estado interior de los hombres y eventos externos inducidos por el Universo entero. Esta actitud les permitió estar deliberadamente alertas a coincidencias, que de otra manera habrían percibido como sucesos casuales. Concluyeron que éstos no existen, que todos los eventos, ya sean habituales o inesperados, suceden para potenciar y ordenar la evolución de la consciencia. Comprendieron que todo lo que sucede en el universo es perfecto. Que todo lo que ocurre tiene un significado trascendente y que todo lo que existe está íntima y coherentemente unido.


Su arquitectura cumplía simultáneamente varios propósitos, prácticos, científicos y religiosos. Las puertas y las ventanas de sus templos y edificios enmarcaban sectores del cielo, donde eventos celestiales de importancia tendrían lugar. Como ya hemos visto, los altares de sus pirámides eran instrumentos científicos de gran precisión. Levantaron murallas en el horizonte, no como defensas sino como puntos de referencia para registrar los movimientos del sol, de los planetas y de la bóveda estelar. Se sabe, por sus libros sagrados, que utilizaron espejos de obsidiana negra para observar el reflejo del disco solar. Es fácil deducir entonces, que así debieron detectar las manchas negras que aparecen esporádicamente en su superficie y notar su desplazamiento, lo cual habría sido un claro indicio de que el Sol rotaba sobre sí mismo. Seguramente –tras años de registros– pudieron determinar los ciclos de máxima intensidad en la radiación del Sol –cuando mayor incidencia tenía su energía en los espíritus individuales de sus días sagrados– y deducir que correspondían con la aparición de esas manchas oscuras. Sin embargo no podemos asegurar esto último, puesto que miles de códices con invaluable información –la cual hubiera impulsado exponencialmente a la cultura occidental– fueron reducidos a cenizas por la misma ignorancia fanática que destruyó la Biblioteca de Alejandría. Lo que sí se puede asegurar es que utilizaron grandes espejos de agua, sobre los cuales tendieron cuadrículas de cordel, para observar, registrar y estudiar en la imagen reflejada, los movimientos de los astros en el cielo nocturno.
Fue así como encontraron que los planetas giraban alrededor del Sol siglos antes de Copérnico. Verificaron cómo Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, se escondían tras éste, para reaparecer nuevamente al cabo de un tiempo. Tres códices con sus tablas orbitales lograron sobrevivir la locura de los conquistadores y son prueba de ese conocimiento astronómico.
AL TZOL’KIN, EL TEJIDO DEL TIEMPO QUE RELACIONA AL HOMBRE CON EL COSMOS, LE DAN FORMA LOS 20 GLIFOS SOLARES Y LA TRECENA SAGRADA DE LA SEMANA MAYA

El 13 es un número determinante en los movimientos orbitales de la Luna
Antiguamente, se consideraba al 13 como un número mágico porque se le relacionaba frecuentemente con muchos temas trascendentales sobre el orden de la realidad. Los mayas lo convirtieron en un número sagrado porque lo encontraron al estudiar los movimientos de la Luna y de los planetas. En la Luna, el satélite natural de la Tierra, el 13 tiene una gran incidencia. En un año solar hay 13 lunaciones de aproximadamente 28 días cada una (13x28 =364). Cada lunación tiene 4 fases, en las que presenta diferentes aspectos visuales según sea su posición con respecto al Sol. Cuatro diferentes aspectos que diferencian de manera notable las noches. Por esto la usaron como referencia para medir el cosmos. En 13 días, pasa de Luna nueva a Luna Llena. También se desplaza 13 grados por el cielo cada día. Los mayas que la llamaron Ix’Chel, registraron sus fases sistemáticamente y como resultado diseñaron un calendario al cual llamaron Tun Uc, o la “Cuenta anual de la Luna”. Éste les permitió predecir sus fases y saber con anticipación cuándo sucedería un eclipse y cómo se comportaría el mar. Tan precisos fueron sus cálculos, que conocían la duración exacta de 29,5308641 días, de la órbita de la Luna a la Tierra. En Palenque registraron que 405 lunaciones corresponden a 11.960 días, (11.960/405= 29,5308641). Cifra que también dejaron expresada como 920 trecenas sagradas mayas (13x960= 11.960). La ciencia actual la determina en 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2.87 segundos. Medida que hoy es conocida como la órbita Sinódica de la Luna: la duración del intervalo entre luna nueva y luna nueva, observada desde un mismo punto.
El 13 también es un número determinante en los movimientos de Mercurio
Mercurio, el planeta más cercano al Sol, se recorta 13 veces cada 100 años como un pequeño punto negro sobre el disco Solar, en lo que la ciencia moderna llama los tránsitos frente al Sol. Realiza una órbita elíptica y excéntrica al Sol, lo que hace que su órbita Sinódica –el intervalo entre apariciones observadas desde un mismo punto– varíe entre 104 y 130 días; puntos extremos del intervalo orbital que son múltiplos exactos del número 13 (104=13x8 y 130=13x10). Los mayas, en sus cálculos y registros astronómicos usaron 117 días como promedio para su órbita sinódica, la cual equivale a 9 trecenas exactas (9 x13=117).
El 13 y Venus
Venus, es el segundo planeta en orbitar al sol y es el objeto más brillante en el firmamento. Se encuentra aproximadamente a 104 millones de Kilómetros del Sol (104/13=8). Los Mayas lo llamaron Chak Ek', que significa “Gran Estrella Divina”. La órbita Sinódica de Venus varía entre 579,8 y 587,8 días. Los mayas usaron un promedio de 585 días, que equivalen a 45 trecenas (13x45=585). Cuando Venus desaparece por el Oeste, detrás del Sol, permanece oculto durante 91 días, (13x7 =91). Cuando reaparece por el Este, como estrella de la mañana, puede verse de manera continua antes del amanecer durante 234 días (13x18 =234). Venus también hace tránsitos en los cuales se recorta como un punto negro frente al disco Solar. Hace dos tránsitos –separados el uno del otro por 8 años– repitiendo este mismo par de tránsitos cada 100 años (100–8–100–8...). Los mayas utilizaron este “reloj cósmico” de tránsitos de Venus como referencia para sus tablas astronómicas y sus profecías. Precisamente el 6 de junio del 2012 ocurrirá su siguiente transito; otra confirmación del final en ese año, de la Cuenta Larga maya. Su Trecena Sagrada también les permitió relacionar una órbita de Venus por cinco de Mercurio (117 de Mercurio x5= 585 de Venus = 45x13 días).
El 13 y Marte
El Planeta Marte orbita al Sol, entre la Tierra y Júpiter, a una distancia aproximada de 143 millones de kilómetros (143/13 =11). Marte también tiene una órbita elíptica excéntrica alrededor del Sol, por lo que su período sinódico varía entre 767 y 793 días. Estos puntos extremos de su órbita son múltiplos exactos del número 13 (767=13x59 y 793=13x61). Su órbita promedio es de 779.94 días. Los mayas la promediaron en 780 días, también múltiplo exacto de 13 (780/13 =60). Marte le da una órbita al Sol en 60 semanas mayas exactas (60 x13=780 Días). Por todas estas sincronicidades, los mayas hicieron de la trecena, su semana.
El 13 y Júpiter
La distancia aproximada de Júpiter al Sol es de 780 millones de kilómetros (780/13 = 60). Es también 13 veces la distancia de Mercurio al Sol. La órbita Sinódica de Júpiter es de 398.88 días, los mayas la aproximaron a 400 días para utilizar su sistema vigesimal de base 20. Luego, si necesitaban un cálculo muy preciso, eliminaban los días de más.
El 13, y Saturno
Saturno es el sexto planeta del Sistema Solar y el segundo en tamaño después de Júpiter. Es el único con un sistema de anillos. Se encuentra aproximadamente a 1.430 millones de kilómetros del Sol (1430/13 =110) equivalente a 26 veces la distancia de Mercurio al Sol (2x13). Su órbita Sinódica que dura 378,08 días fue redondeada por los mayas a 377 días para medir sus movimientos fácilmente en 29 semanas ( 377 = 13x29).


La Trecena se convierte en uno de los números más sagrados para los mayas
Son 13 los períodos de 400 años –los 13 Bak’Tun Oob– que determinan el intervalo que mide su Cuenta Larga. Marcan la llegada del día 13.0.0.0.0. –el día del Alfa y el Omega del 2012– cuando llegamos al punto intermedio del Gran Ciclo Cósmico, 5.200 años mayas (13x400) después de la fecha en que sus antepasados olmecas llegaron al nuevo mundo para dar origen a su civilización. También 13, son los principios que ordenan su realidad; 13 sagrados arquetipos que representan a 13 distintas jerarquías y estados de ser, en los 13 niveles que tiene el cielo en su visión del Universo. Las 13 divinas esencias, las Ox’La’Hun Ti K’uh, las "13 de Dios". Gradaciones sucesivas de una substancia cada vez más etérea y poderosa. También son 13 las articulaciones principales del hombre: una en el cuello, dos en los hombros, dos en los codos, dos en las muñecas, dos en las caderas, dos en las rodillas y dos en los tobillos.
Por otro lado, 12 esferas agrupadas alrededor de una esfera central, conforman un grupo de 13, que es la forma tridimensional más compacta que existe en la naturaleza y en el universo. El 13 es también el séptimo número en la Progresión Matemática Divina (0,1,1,3,5,8,13...), la cual le imprime a todo lo que existe en este universo, la marca de “Hecho por Dios”.


Sin embargo, hoy se cree que el 13 es un número de mala suerte. Pero, ¿cómo pudo un número sagrado llegar a convertirse en un símbolo de mala suerte? El número 13 era reconocido por la orden de los Caballeros Templarios como parte esencial de la geometría y de las progresiones matemáticas sagradas, como el reflejo de un patrón de orden que se manifestaba claramente en el hombre, en la naturaleza y en el cosmos. Más aún, el viernes 13 era un día doblemente sagrado para los Templarios. Fue por eso que Felipe IV de Francia, el Rey de hierro, y el papa Clemente V, designaron ese día para apresar a sus miembros y destruir a la orden. El viernes 13 de octubre de 1307 comenzó a recordarse como una fecha negra que se extendió a todos los viernes 13. A partir de ese momento, poseer las cartas del Tarot que contenían la sabiduría Templaria, se convirtió en una herejía. Curiosamente, la carta 13 del Tarot es la carta de la muerte; la que simboliza el final de un ciclo, el momento del renacimiento y de la gran transformación. A pesar de la persecución desatada, la baraja de cartas actual ha sobrevivido como una reminiscencia del Tarot Templario y por ello tiene 52 cartas: 13 corazones rojos, 13 corazones negros, 13 diamantes y 13 tréboles. El número 13 fue entonces demonizado por su pasado sagrado, mágico, hermético y profano; por su misterioso y evidente poder.
La necesidad de unir la vida del hombre a los ciclos del cosmos y de comprender la mecánica de los astros, dio lugar al Tzol’Kin, que significa "El orden de los días". Su nombre resulta de la unión de dos vocablos, Tzol que significa orden y Kin que significa día. Un calendario sagrado que fue el centro de su civilización, puesto que todo giraba a su alrededor. A través del Tzol’Kin los mayas conectaron su vida y su espacio sagrado al Sistema Solar y al Sistema Sideral. Gracias a este calendario, pudieron ponerse de acuerdo en qué día era y en el tipo de energía que éste poseía. Fue el centro de la consciencia de su civilización, la herramienta para guardar la memoria de lo que fue y el saber de lo que sería. Para diseñarlo combinaron los 20 Glifos Solares Sagrados –que encontraron en su estudio sobre el Sol– con la trecena; los números del 1 al 13 de su semana sagrada, intervalo que es un divisor común en los ciclos orbitales, de la Luna a la Tierra y de los planetas al Sol.

El Tzol’Kin puede verse como un tejido o como dos ruedas que se mueven sincrónicamente para designar los días, la de la trecena sagrada y la de los 20 glifos Solares.


Los 20 Glifos Solares Sagrados eran la fibra vertical que tejía la realidad maya. Mostraban el fluir de las influencias arquetípicas que llegaban a su mente. Las 20 trecenas mayas, 20 secuencias de números del 1 al 13, conformaban la fibra horizontal del tejido de su realidad. Relacionaban los ciclos concatenados de todo lo que existe, con sus vidas. Los 13 niveles horizontales definían la matriz del telar del tiempo y representaban las frecuencias de la luz.

Los 20 Arquetipos Solares develan las características de cada día
Los 20 Glifos Solares que utilizaron en el Tzol’Kin eran arquetipos que ayudaban a la mente a diferenciar los días. Eran componentes gráficos, glifos y símbolos universales que resonaban con su cultura. La intuición de sus sacerdotes los extrajo del inconsciente colectivo –del absoluto del que surgen todos los temas de la vida– para que formaran parte de sus mitos, de sus rituales y de sus calendarios. Con solo observarlos su pueblo recibía directamente en su mente –como una inspiración sagrada– la información sobre las energías y los principios que ordenan la realidad. De esta manera los glifos en los calendarios comunicaban qué influencias recibía cada día; las cualidades que tendría, los estados de Ser que potenciaría. A través de estos glifos y códigos ordenaron y clasificaron las cualidades de cada día, lo que les permitió programar y organizar las actividades de su vida para que todo fluyera, alineado y en sincronía con el universo entero. Fue así como acumularon una gran sabiduría, como encontraron que el Sol, el cosmos y las jerarquías del universo determinan ciclos en la vida del hombre, estados de ser que inducen la evolución de su consciencia. Conocimientos que utilizaron de una manera práctica para mantener su paz interior y generar bienestar en su comunidad.
7 niveles verticales definían tridimensionalmente la frecuencia vibratoria de los días en octavas de frecuencia vibratoria.
El Tzol’Kin ordena el paso del tiempo en secuencias de 260 días para sincronizar la vida con el Cosmos
El mínimo común múltiplo de 13 y 20 es 260 que resulta ser el intervalo medido por el Tzol’Kin. Estos 260 días conformaron un tejido que resonaba de distintas maneras con el cuerpo etérico de los hombres. Ninguna otra civilización sobre la Tierra produjo un calendario similar que registrara ciclos repetitivos de 260 días, ni que se interesara por comprender cómo la energía y la información que se recibe día a día sobre la Tierra, afectan la realidad. Es un hecho evidente que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas –desde distintas posiciones en las dimensiones superiores– dirigen cada día su energía, su influencia y su información hacia la Tierra. Esto le imprime características energéticas distintas a cada día y el Tzol’Kin gráficaba estas características particulares. La percepción de los ciclos cósmicos repetitivos y las secuencias de la naturaleza es lo que da la sensación del transcurrir del tiempo. Los mayas encontraron que estas repeticiones están rítmicamente espaciadas, de acuerdo a la relación constante entre los números 13 y 20. Es por eso que la relación 13:20 fue la base para el diseño del “Tejido de los días”. El Tzol’Kin tiene 260 días. El Gran Ciclo Cósmico dura 26.000 años. La distancia del Sistema Solar al centro de la Galaxia es de 26.000 años luz. Una órbita del Sistema Solar tarda 260 millones de años. Cifras que son todas fractales del número 26 (2x13) y de 260 (20x13), el utilizado por el Tzol’Kin. Pertenecen a un mismo orden que se repite a distintas escalas, en el que cada una de sus partes es proporcional a todas las demás y conserva fielmente las mismas características esenciales. Esto demuestra la calidad de la información astronómica maya. Al modelar gráficamente esa combinación matemática 13:20, en una sucesión de trecenas y de veintenas, lograron que la mente del hombre se relacionara con los ciclos de la naturaleza. A cada día del calendario le corresponde un Glifo y uno de 13 números, con los cuales diferenciaban entre sí a los 260 días.
El Tzol’Kin destaca 52 días especiales que conforman una doble helix
Una quinta parte de los 260 días tienen energías especiales (260/5= 52), generadas por la relación armónica entre la Luna, el Sol y los planetas. El Tzol’Kin destaca estos 52 días en los que los mayas realizaban ceremonias de conexión con el cosmos. Curiosamente estos días se ven como una Doble Helix en el “Tejido del Tiempo”, una forma de orden muy especial en el universo, tan trascendente como la creada por el Sol en el Analema. Las Proporciones Geométricas Sagradas determinan la existencia de relaciones armónicas, de posiciones en el espacio en que los planetas producen resonancias e interferencias destructivas y constructivas en la energía emanada por el Sol y las constelaciones de estrellas. Relaciones de oposición lineal (cuando dos Planetas están a 180º entre sí); de cuadrados perfectos conformados entre dos o más entidades (cuando dos planetas se encuentran a 90º el uno del otro); cruces (dos parejas de planetas en oposición perfecta) y trinos (tres planetas formando un triángulo equilátero). Una muestra visible y evidente de lo que generan estas posiciones armónicas, la dan la relación que producen el Sol, la Luna y la Tierra. Sus posiciones determinan las fases de la Luna, los eclipses y los movimientos de líquidos como las mareas y la savia de las plantas.

Los 52 días especiales del Tzol’Kin funcionan matemáticamente como una especie de cuadrado mágico. La suma de los números –del 1 al 13 que identifican a cada día– en las esquinas de cada uno de los 7 niveles que conforman la doble helix, dan siempre 28.
El Tzol’Kin puede graficarse como una matriz tridimensional de 7 niveles
El Tzol’Kin también registraba en 7 octavas las variaciones de frecuencia en la energía de los días. Gradación que podemos encontrar al graficarlo como una matriz tridimensional de 7 niveles. Uno por cada color –de los 7 en los que se descompone la luz– los cuales estructuran el orden en el Universo. Las 7 octavas ordenan verticalmente las distintas longitudes de onda en que vibra la energía y determinan los rangos de sus cambios de estado y densidad. ElTzol’Kin ordena todo lo que existe en rangos dimensionales que van desde lo más denso a lo más sutil. Una dimensión es un rango definido de frecuencias en las que vibra la energía y por donde se mueve un cierto tipo de información. Es la combinación de información y energía lo que genera los distintos seres, estados, o planos de existencia en el Universo. Dependiendo de su frecuencia vibratoria, la energía porta información más o menos poderosa, lo cual también aumenta o disminuye su área de influencia. El Tzol’Kin crea una consciencia matemática, ordenada y cíclica, que permitió a los mayas salir de la ignorancia. Basándose en lo conocido lograron predecir lo desconocido, definir momentos en los que el cambio es previsible y explicable.

Utilizaron el Tzol’Kin para sincronizarse con las órbitas de Mercurio, Marte, Venus y Júpiter
Con el Tzol’Kin podían seguir los movimientos concatenados de todos los astros y podían detectar sus posiciones armónicas con exactitud asombrosa. El Tzol’Kin completa 9 giros exactos mientras Mercurio le da 20 órbitas al Sol (9X260= 2.340, 20x117 =2.340). Simultáneamente Marte realiza 3 órbitas al Sol (3x780=2.340) y Venus lo orbita 4 veces (4X585=2.340). Intervalo que también equivale a a 180 semanas mayas (180x13 =2.340). Mientras el Tzol’Kin completa 20 giros (260x20=5200) Júpiter le da 13 órbitas al Sol (13x400=5200). Un Tzol’Kin y 1/4 deTzol’Kin + 52 días es igual a una órbita de Saturno (260+65+52=377). Hoy sabemos que, inclusive las órbitas de Urano y Neptuno, se hubieran podido registrar en el Tzol’Kin.
El día del nacimiento y el Tzol’Kin revelan el destino
Al estudiar durante cientos de años las características de cada día, lograron comprender qué tipo de influencias éstas ejercen y –más importante aún– aprendieron a utilizar esa información para develar el destino que cada ser humano viene a experimentar en la vida. Los sacerdotes mayas encontraron que los atributos del día del nacimiento, revelan la misión que le corresponde a quien nace, en la vida que comienza. Las energías presentes ese día revelan las características de la personalidad que habrá de desarrollar; el tipo de relaciones que establecerá; el estado de salud que tendrá y el tipo de trabajo que viene a desempeñar. Saber esto era una ayuda invaluable para que cada individuo fluyera fácilmente con las correspondencias de aprendizaje que su destino le marcaba. Correspondencias que decidió tener en esta vida –antes de encarnar– para obtener comprensiones sobre el orden y sobre lo que es verdad en el universo, a través de experiencias en carne propia. Consideraban esta información tan exacta, que cada maya recibía por nombre, el del día en que nacía. De esta manera todos sabían con quién estaban tratando; cómo pensaba la persona y cuál era el propósito de su presente encarnación. Los mayas creían que, como seres espirituales, escogemos el día en el cual nacemos, para que las posiciones de los astros en ese momento, le impriman a nuestra alma las características de identidad y de Ego que queremos experimentar en esta vida. Elegimos ese día para que sus energías e influencias estén de acuerdo con nuestras intenciones de aprendizaje y con el destino que escogimos para esta encarnación. El sacerdote, al estudiar en el Tzol’Kin, la fecha de nacimiento del recién nacido, encontraba las características de ese día, además de el tipo de energías que estuvieron presentes durante toda su gestación. De inmediato, sabía que el alma había entrado como un impulso vital a la matriz de la madre –para dar comienzo a la gestación de los cuerpos físico, etérico, astral y mental– en uno de los 13 días previos a los 260 días del embarazo. Un giro del Tzol’Kin es también el intervalo exacto que toma la gestación de un ser humano (260/9= 28.88 días). Con la información que encontraba, el sacerdote podía saber qué tipo de destino tenía más probabilidades de experimentar la criatura. Al llevar el nombre del día que resumía esta información, el niño recibía una ayuda invaluable para tomar consciencia de lo que se había propuesto venir a aprender en esta encarnación. Las características del día de su nacimiento y de los días de su gestación, determinaban su personalidad, su carácter y su temperamento. Develaban los talentos, dones y atributos potenciales que cada ser traía consigo. Aquellos que había adquirido como comprensiones en vidas anteriores, los cuales también eran un indicio, del nivel de su consciencia y del número de veces que había reencarnado. Todo ello quedaba grabado en su alma, a través de estas energías, para que correspondiera con el propósito cósmico escogido por su espíritu en cada existencia.
La fecha del nacimiento también le develaba los Eventos de Destino, las experiencias difíciles que tenían grandes probabilidades de suceder en su vida, aquellas que necesitaba para potenciar la evolución de su consciencia. El nacimiento, por lo tanto, no sucedía por casualidad; "coincidía" con un escenario cósmico único dentro del espacio sagrado maya. Con una disposición planetaria particular que incidiría en las cualidades y reflejaría las características psicológicas de quien nacía en ese momento.
Más recientemente, Jung plantearía un concepto similar, el cual ha sido confirmado por muchos astrólogos. Los grandes cambios que ha experimentado la humanidad en todos los tiempos, están íntimamente relacionados con una serie de configuraciones armónicas galácticas. Tal y como sucedió cuando una corriente espiritual –generada por una relación astral armónica– dio lugar a los nacimientos de Buda, Lao Tsé y Confucio; lo mismo aconteció con Jesucristo y el cristianismo; con la revolución del pensamiento que generó Copérnico o la que estamos experimentando en estos tiempos con el nuevo paradigma cuántico. Los mayas ya habían encontrado esto muchos siglos atrás y de ese conocimiento surgieron sus profecías para nuestro tiempo.
El Tzol’Kin es un Calendario tanto Sagrado como científico. Sagrado, porque permitió conocer y anticipar la acción de las fuerzas sobrenaturales que rigen el Universo y la manera como ayudan a determinar el destino de los seres humanos. Científico, porque fue modelado por las relaciones numéricas entre las órbitas planetarias y las posiciones estelares y galácticas. Por eso facilitaba el cálculo de las posiciones exactas de los astros en el espacio y de sus relaciones armónicas para convertirlas en fechas precisas e información trascendental para los seres humanos. Al usarlo, en combinación con otros calendarios como el Uc de la Luna y el Haab del Sol, los mayas encontraron información muy precisa y totalmente verificable sobre la vida de los hombres.
El Tzol’Kin fue el resultado del registro sistemático de eventos astronómicos recurrentes durante largos períodos de tiempo. Al estudiarlos los científicos, astrónomos y sacerdotes mayas –líderes de su comunidad– diseñaron un modelo asombroso por su exactitud y trascendencia. “Fue gracias al Tzol’Kin que encontraron “El Tiempo del No–Tiempo”; el período de cambio intenso y veloz que actualmente experimentamos; el cual nos permite a todos nosotros, aquí y ahora emprender un nuevo comienzo, en una nueva frecuencia, dentro de este corto período transformador que se repite cíclicamente y que es parte esencial del Gran Ciclo Cósmico. Con sus estudios del Sol –en los intervalos de luz de cada día– develaron el orden de la escala terrestre. Con sus estudios de la Luna y de los planetas –en el intervalo de oscuridad de cada día– develaron el orden en la escala del Sistema Solar y su relación con el Destino menor de los seres humanos, el cual corresponde a su vida presente.
En nuestra próxima entrega, veremos cómo su estudio de las estrellas aclaró su relación con el Universo entero y develó el orden del Destino Mayor, la sucesión de vidas que un ser humano debe experimentar para auto–transformarse hasta llegar a la iluminación.