La civilización ha sido destruida cuatro veces por cataclismos activados en el intervalo del Gran Ciclo
Olmecas y mayas, al igual que Platón, dejaron información sobre el Gran Ciclo Cósmico. Sus registros en piedra y en libros que transcriben sus tradiciones orales, se refieren al Gran Ciclo como una “Era del Sol”. Sus sacerdotes nos cuentan que antes de esta civilización existieron al menos otras cuatro Eras del Sol. Cuatro civilizaciones que terminaron destruidas por cataclismos. Según ellos, las destrucciones fueron causadas por el Sol en combinación con una de las cuatro fuerzas elementales. La primera civilización fue destruida por el “elemento” Aire, cuando fuertes huracanes acabaron con el orden existente. Luego, fue el “elemento” Tierra el que generó un segundo cataclismo, cuando enormes terremotos y movimientos de las capas tectónicas provocaron la separación de los continentes. En la tercera Era del Sol fue el “elemento” Fuego el que, a través de innumerables explosiones volcánicas, destruyó el continente de Lemuria, donde se desarrolló la mítica civilización de Mu, que los mayas llamaron Rux Uleu, que significa la ”tierra de la raza amarilla”. En la cuarta Era del Sol intervino el ”elemento” Agua, cuando se derritió el manto de hielo que cubría el planeta ocasionando grandes inundaciones y el Diluvio que destruyó la Atlántida, a la que llamaban Kak Uleu, ”la tierra de la raza roja”. Estas cuatro Eras del Sol se habrían sucedido durante 104.000 años y hoy, 13.000 años después, nos encontraríamos en el punto intermedio de la quinta Era del Sol. Esto indicaría que la realidad es ordenada por una sucesión de Grandes Ciclos Cósmicos, en cada uno de los cuales se desarrolla una sociedad que es destruida abruptamente por un cataclismo.
Sobrevivientes del ciclo pasado siembran una nueva civilización
Cada nueva civilización es iniciada por sobrevivientes del ciclo que termina quienes, previendo el final, han preparado adecuadamente la información y los recursos suficientes. A los descendientes de esos “Noés” les toma al menos unas 60 ó 70 generaciones alcanzar la población suficiente para consolidar una nueva sociedad. Durante ese largo intervalo la información original va siendo distorsionada por la ignorancia y transformada por las comprensiones que resultan de las nuevas experiencias. El ciclo pasado se va olvidando, mientras las pocas ruinas de la civilización anterior desaparecen sin dejar rastro. La humanidad va sumergiéndose en la oscuridad. La información acumulada sobre el orden de la realidad y la capacidad del ser humano para alterarla se va perdiendo. Así sucedió en los últimos 13.000, años desde el brillante inicio de la civilización Egipcia, cuya información y compromiso espiritual se fueron degradando mientras aumentaba la oscuridad y el materialismo sobre la tierra. Es por esto que siempre surge un orden marcadamente distinto, a pesar de haberse basado en la información que sustentó el ciclo anterior.
Sin embargo, los Grandes Ciclos que determinan la Evolución de la Consciencia son siempre ascendentes. Después de cada cataclismo, la humanidad se va sumergiendo en la oscuridad hasta tocar fondo 13.000 años después. Momento en que el Gran Ciclo induce una gran transformación que impulsa la nueva civilización a alcanzar un nivel evolutivo mucho más alto que el logrado en el ciclo anterior. El hombre amplía significativamente su percepción del orden en el Universo y la sociedad se cohesiona más, lo que genera una realidad más armónica. El tamaño del peldaño que se asciende, de un ciclo al otro, varía dependiendo del grado de compromiso para autotransformarse que el hombre asuma.
Los grandes ciclos solo tienen sentido al ser vistos en el contexto de la reencarnación
Debemos poner en contexto que atlantes, egipcios, olmecas y mayas sabían que las destrucciones periódicas no suceden por casualidad. Lo que parece ilógico e inaceptable, tiene un sentido y forma parte de un orden perfecto. El hombre evoluciona y se perfecciona al ir acumulando sabiduría –certezas sobre cómo funciona la realidad– a través de la reencarnación. En esta visión, cada ser humano tiene su propio sistema de creencias en el que fundamenta las decisiones que libremente toma ante los eventos y circunstancias que experimenta. La sabiduría la obtiene al analizar los dos tipos de resultados que puede generar cada decisión en su vida, bien sean de armonía o de sufrimiento. Un resultado de armonía le permite comprender que la decisión tomada se basó no en una creencia, sino en una de las verdades del Universo. Mientras que si el resultado fue de sufrimiento, puede tener la certeza de que actuó basado en una falsa creencia; que se equivocó al actuar. Lo que es falso siempre produce sufrimiento, lo que es verdadero sólo puede producir armonía. Es así como, analizando los resultados de nuestras acciones u omisiones, podemos ir erradicando falsas creencias, conductas equivocadas y formas desacertadas de ver la realidad. Evolucionamos entonces, gracias a los resultados de las experiencias que vivimos en carne propia.
En la visión de atlantes, egipcios, olmecas y mayas, este proceso de perfeccionamiento sólo puede lograrse a través de muchas vidas. Son las comprensiones acumuladas de todas las experiencias posibles –en distintos lugares, familias, estados de salud y recursos disponibles– las que nos conducen a la sabiduría. Es decir, cada nueva vida nos permite cambiar las correspondencias con las que aprendemos, el punto de vista que tenemos y el sistema de creencias que desarrollamos. De esta manera podemos obtener distintas comprensiones –todas únicas y originales– sobre el amor, el orden, el propósito de la vida y de la consciencia.
Las civilizaciones son cíclicas para generar diversidad
La sucesión de civilizaciones serían entonces como reencarnaciones, pero esta vez de la humanidad entera. En cada Gran Ciclo se experimenta una realidad completamente distinta a la anterior. Nuevas correspondencias, una nueva sociedad, un nuevo clima, nueva tecnología, distintas “vidas” que permiten una diversidad de comprensiones. Así se garantiza que la sucesión de consciencias que encarnan para transformar su inocencia en sabiduría, tengan una infinita diversidad de experiencias. El Plan Supremo no contempla la permanencia de una misma y eterna civilización sobre la Tierra. Ésta terminaría volviéndose demasiado rígida, monótona e ineficiente para aprender sobre el Universo. Su inercia impediría el surgimiento de nueva información y la mente colectiva se volvería tan densa como el plomo. Por eso es necesaria una sucesión diferente de órdenes y sociedades que permitan experiencias y puntos de vista distintos sobre la realidad. El Gran Ciclo existe para generar renovaciones periódicas en el planeta y en la humanidad, para evitar que un sistema se prolongue indefinidamente, impidiendo el surgimiento de la diversidad. Según esto, los procesos de la consciencia están sujetos a ciclos que dependen de los ritmos mayores del Sistema Solar, las estrellas y el Centro de la Galaxia. Para generarlos existe un sistema ordenado de rotaciones concatenadas, de movimientos anidados unos dentro de otros, que van de la escala atómica a la escala universal. Un orden escalar dinámico que relaciona los movimientos de todas las formas manifestadas en el presente, sus cambios de posición relativa y las transformaciones que puedan experimntar en el futuro inmediato. Gracias a ese orden cíclico al que se habitúa nuestra mente, podemos relacionar eventos que suceden en nuestra vida y cambios en nuestro estado de ser, con transformaciones que tienen lugar en el Universo. Cada rotación genera consecuencias en nuestra consciencia: el planeta gira sobre su eje frente al Sol y genera los intervalos de día y noche, de actividad y reposo. Al dar una órbita al Sol cada 365 días, provoca las estaciones climáticas que afectan a la naturaleza de la cual dependemos.
Las energías del Sol, de las estrellas y del centro de la galaxia ordenan los procesos evolutivos
Como los egipcios, los mayas creían que el Sol y las constelaciones zodiacales, a escala planetaria, y el centro de la galaxia a escala universal, enviaban distintas combinaciones de energía al planeta, para inducir los diferentes procesos que ordenan y estructuran la evolución de la humanidad. Podríamos decir que esas combinaciones tienen distintas frecuencias vibratorias. Cada Gran Ciclo de 26.000 años –cada Era del Sol como lo llamaban los mayas– cada Precesión de los Equinoccios como lo llama la ciencia ahora, ajusta los procesos del hombre a los ritmos mayores del Universo y al Plan Supremo que ordena su evolución.
El punto intermedio del Gran Ciclo en que nos encontramos ahora, puede producir un nuevo orden como resultado de una transformación o de una destrucción del orden existente. Cuál de los dos tiene lugar, depende enteramente de nuestras decisiones, si éstas son correctas o equivocadas. Por esto, hacernos saber que el Gran Ciclo potenciaría un momento evolutivo en estos tiempos, era considerado vital para pueblos que creían en la reencarnación, como los atlantes, egipcios, olmecas y mayas. La información que dejaron no sólo era para nosotros, sino para ellos mismos, que creían que reencarnarían en estos tiempos. Por eso se esmeraron tanto por obtener, verificar y registrar los cambios en la orientación del eje del planeta hacia las constelaciones circumpolares y el desplazamiento de las constelaciones zodiacales frente a la Tierra. Sabían que allí se encuentran las claves de los ciclos mayores, los que determinan los cambios de estado en el orden existente sobre la Tierra.
Fueron los mexicas los que en su lengua, el nahuatl, le dieron el nombre de “Ulli Meca”, que quiere decir “gente de la tierra del Ulli” o “Ullmecas”, a la hoy llamada civilización Olmeca. El árbol del hule o caucho era sagrado porque, con su savia lechosa que es similar al látex actual, mezclado con la savia de la enredadera Ipomoea alba, elaboraron los cascos y las esferas de caucho para el juego ritual de la pelota.
Los olmecas trajeron del África la información con la cual fundaron su cultura
Los conocimientos iniciales de los olmecas resultan realmente sorprendentes, lo que ha desatado una gran cantidad de conjeturas sobre cómo adquirieron ese cuerpo de información; algunas llegaron incluso a sugerir un contacto con extraterrestres. No obstante, existen poderosos indicios para afirmar que vinieron de África, alrededor del año 3100 a.C. Como veremos, los antepasados de los olmecas emigraron en una fecha que divide exactamente el Gran Ciclo Cósmico de 26.000 años en cinco intervalos de igual duración; probablemente para cumplir con el plan trazado por los “sembradores de su cultura”. En ese momento, Egipto ya tendría un millón de habitantes y pudo enviar un grupo hacia el continente que quedaba al este de la desaparecida Atlántida. De esta manera se multiplicaban las probabilidades de repoblar el planeta y se impulsaba el surgimiento de otra cultura, de la misma semilla. Los que emigraron en esa misión fueron escogidos por sus destrezas, conocimientos, sus deseos de aventura y cambio. Debió llegar un número capaz de realizar las obras de ingeniería de su primera ciudad –hoy llamada San Lorenzo Tenochtitlán–, la cual apareció súbitamente, sin señales de una fase previa de desarrollo. Se asume que su fundación sucedió alrededor del año 1500 a.C., porque a esa época corresponden los primeros indicios que hasta ahora se han encontrado. Esto indica que hubo un período anterior de trabajos hechos en madera o barro que la humedad de esa selva tropical destruyó. Por eso es difícil dilucidar el momento exacto en que fue fundada, pero –por lo que ellos mismos dicen– hay más probabilidades de que haya sido alrededor del año 3100 a.C.
En 1947, el explorador noruego Thor Heyerdahl viajó a América desde la Polinesia en una balsa muy simple llamada kon-tiki. Movida por las mareas, las corrientes y la fuerza del viento, que es casi constante, en dirección oeste-este, a lo largo del Ecuador. Demostró que se podía atravesar el océano para llegar al Nuevo Mundo con técnicas navales poco desarrolladas. Las barcas de vela egipcias con 40 remeros eran mucho más sofisticadas y seguras.
La primera ciudad olmeca exhibe conocimientos asombrosos sin signos de un desarrollo previo
Su cultura, como la egipcia en su momento, nació ya madura. Porque desde sus inicios demostraron avanzados conocimientos astronómicos, matemáticos, urbanísticos, arquitectónicos y metalúrgicos. San Lorenzo fue una obra sin paralelo en ningún sitio de América, en la misma época. Fue construida en la cima de una colina que se eleva 50 metros sobre las riberas de la cuenca del río Coatzacoalcos, en un lugar estratégico para controlar el transporte tanto terrestre como fluvial. Una decisión inteligente porque, al ser la mayor elevación del área, la ciudad dominó un territorio inundable, ideal para la agricultura y la pesca, mientras quedaba protegida de los desbordamientos anuales del río. Una organización social muy cohesionada y muy bien dirigida modificó la colina, moviendo miles de metros cúbicos de tierra, rellenos sedimentarios y taludes de piedra para dar forma a una gran meseta con avanzados sistemas de acueducto y drenajes subterráneos. Las obras demuestran que fueron dirigidas por un sabio. Las urbanísticas fueron ajustadas a una matriz reticulada de 80,5 x 80,5 metros con la cual se conformó una plataforma dos veces más larga que ancha, orientada hacia el norte. Las obras arquitectónicas que construyeron en adobe por la escasez de piedra en la zona, fueron ajustadas a una retícula de 1,61 x 1,61 o una brazada en proporción áurea; 50 de éstas caben en la retícula de 80,5 m. Algo realmente extraordinario para su época. De esta manera hicieron de San Lorenzo un observatorio astronómico ideal –por encima de la selva– y un gran centro ceremonial, cuya influencia se dejó sentir a grandes distancias durante cientos de años.
Los olmecas relacionaron el Gran Ciclo y su llegada al nuevo mundo, en una cuenta regresiva
Los olmecas trajeron del África a América, la información del Gran Ciclo, de los “Momentos Evolutivos” que produce y de los cataclismos periódicos que éste ha inducido. Como conocían su trascendental importancia establecieron una cuenta regresiva, un calendario que llamaron “La Cuenta Larga”, para relacionar los eventos importantes de su historia con el Gran Ciclo: de esta manera el pueblo lo tendría siempre presente.
Como otras antiguas civilizaciones, utilizaron una fecha cero para comenzar su cronología. Así lo hicieron los romanos quienes ubicaron su Día Cero en el momento de la fundación de Roma, estimada en el año 753 a.C. La actual civilización utilizó la fecha del nacimiento de Cristo como Día Cero. Los olmecas lo establecieron en el momento de la llegada de sus antepasados al nuevo mundo, el 13 de agosto del año 3113 a.C. Esta correlación entre sus fechas y nuestro calendario gregoriano hace coincidir eclipses y otros eventos astronómicos registrados por ellos, con los datos que confirma la ciencia actual. Desde ese Día Cero (0.0.0.0.0) comenzaron a relacionar los eventos importantes de su cultura con “La Cuenta Larga”, que termina en un punto fijo 1’872.000 días o 5.125 años en el futuro, momento en que sabían llegaría el punto medio del Gran Ciclo: exactamente en el Solsticio de Invierno del año 2012. La exactitud de ese intervalo –una quinta parte del Gran Ciclo– hizo que muchos llegáramos a creer que había 5 Eras del Sol en el Gran Ciclo Cósmico, cuando en realidad hay una sola. Mucha gente –yo entre ellos– buscamos rastros del Diluvio alrededor del 3.113 a.C. y obviamente no encontramos nada. Pero sí encontramos otros eventos curiosos: el Kali Yuga hindú comenzó el 19 de febrero del año 3102 a.C. cuando murió Krishna, durante una conjunción de todos los planetas del Sistema Solar en la constelación de Aries. Por otro lado, en el 3100 a.C. el rey Menes unificó a Egipto, dando lugar a la Primera Dinastía históricamente aceptada de esa civilización. Es probable que la emigración olmeca y el plan de los sacerdotes atlantes estén relacionados con ese evento.
Los olmecas llegaron al Nuevo Mundo en grandes barcas de vela y remo procedentes del este, por el Océano Atlántico, a la desembocadura selvática y pantanosa del caudaloso río Coatzacoalcos, sobre la costa del Golfo de México. Los mayas llamaron “Kik’il” a ese lugar donde llegó su Cultura Madre. Queda al oeste de la península de Yucatán, donde hoy se encuentran los estados mexicanos de Tabasco y Veracruz. Desde allí extendieron su influencia hasta el centro de México y Guatemala, en un área que llamaron el Cem A’Na’Wak, que significa ”La tierra rodeada por las grandes aguas”.
“La Cuenta Larga” regresiva les permitió verificar y actualizar la medida del Gran Ciclo
“La Cuenta Larga” regresiva es muy precisa. Utiliza cinco números del Sistema Vigesimal olmeca-maya, separados por puntos para registrar una fecha dentro del intervalo fijo de tiempo. Estos números relacionan cuántos giros ha dado la Tierra sobre su eje desde el Día Cero hasta el evento que se registra. Y, para ser aún más precisos, adicionaban a esta Cuenta Larga las posiciones que en esa fecha tenían la Luna, Venus, Marte y Júpiter, mostrando la estrecha relación que guardaban con el cosmos. Esa notación, que relaciona a tantos actores, es la que ha permitido decodificar la información de su historia, de sus descubrimientos y de las profecías que los mayas dejaron para estos tiempos.
El Sistema Vigesimal permitió que olmecas y mayas lograran una precisión extraordinaria
Gracias a su extraordinario sistema matemático de base vigesimal (base 20), los olmecas lograron datos de una precisión inaudita; muy similares a los que encontramos hoy con sofisticada tecnología de punta. Este sistema les facilitó a ellos y a sus descendientes, los mayas, la medición, el registro y la comprensión de los ciclos naturales, las órbitas de los planetas y las estaciones climáticas, además de su exacta relación con la Cuenta Larga del Gran Ciclo Cósmico.
Los ancestros Olmecas comenzaron a medir y a cuantificar la realidad, y a entender su orden, con los dedos de la mano. Cuatro dedos son iguales y el quinto, el pulgar, es el que realmente permite asir el mundo y realizar la cuenta que facilita la comprensión de lo que se percibe. De la abstracción de ese entendimiento resultan los primeros símbolos numéricos: el punto y la barra. El punto representa la unidad, el número uno. La barra representa el conjunto de cinco unidades, el número cinco. Al combinar los puntos y las barras, obtuvieron un sistema de numeración muy simple, como el hecho de agregar a la cuenta los dedos de nuestra otra mano. Sobre la barra del número cinco pueden aparecer como máximo cuatro puntos, equivalentes a cada uno de los cuatro dedos extendidos de la otra mano. Así, utilizan los dedos de las manos y los pies hasta que se acaban, al llegar al número veinte. En ese momento, establecen un nuevo símbolo y una segunda unidad: la veintena o veinte unidades. Equivale a una cuenta que lleva todos los dedos de las manos y los pies. El número veinte representa lo completo, lo que adquiere totalidad. Su símbolo es la unión del cero, que inventaron y representaron con una concha, a la que se le agrega un punto encima. El veinte simboliza el momento en que concluye un proceso, cuando se obtiene un nuevo nivel al completarse la veintena.
El número cero, Ser-O, Ser Círculo, es el contenedor de todos los números. Simboliza la totalidad infinita a manera de una unidad, sin separaciones, sin manifestaciones: incólume, inmutable, perfecta y eterna. El cero no significa ausencia o negación, sino totalidad; indica que se ha completado o finalizado un proceso. El cero tiene el sentido de culminación exitosa. Cuando Olmecas y Mayas escribían 20, la presencia del cero en ese número indicaba que la veintena estaba completa, que no le faltaba nada. Además del cero, el uno, el cinco y, la veintena, olmecas y mayas tenían otra maravilla matemática: un sistema que cambia el valor que representa un signo numérico, dependiendo de la posición que ocupa con relación a los que se encuentran a su lado. Gracias a esto no necesitaron nuevos símbolos para los números mayores a veinte, sino que utilizaron combinaciones de los mismos tres signos: el punto, la barra y la concha. Con ese simple sistema matemático expresaron cinco unidades progresivamente mayores –como veremos más adelante–, con las que cuantificaron el paso del tiempo.
En la segunda ciudad fundada por los olmecas, construyeron una pirámide escalonada para usarla como observatorio astronómico
Se sabe por arqueoastronomía que, alrededor del año 1700 a.C., los olmecas repiten el modelo urbanístico y las matrices utilizadas en San Lorenzo Tenochtitlán, para construir una meseta artificial –también con un eje orientado hacia el norte– en un sitio hoy llamado La Venta, en Tabasco. La elevaron 12 metros sobre el río Tonalá y sobre los pantanos que la rodeaban, de los que obtuvieron abundantes recursos alimenticios. Sobre esta plataforma artificial construyeron su ciudad. Un gran centro ceremonial con plazas, templos y una gran pirámide escalonada –similar a la de Saqqara en Egipto– para usarla como un observatorio astronómico, del que hoy sólo queda su núcleo cónico. Se tomaron el trabajo de apisonar 100.000 m3 de barro y tierra para darle 30 metros de altura y los aproximadamente 120 metros de base. Así podían observar –desde una plataforma elevada sobre las copas de los árboles de la selva que la rodeaba y contra el horizonte– los desplazamientos del Sol y el movimiento de las estrellas más brillantes del zodiaco.
La Dra. Marion Popenoe de Hatch utilizó sofisticados computadores y programas de arqueoastronomía, que reproducen la posición de la bóveda estelar en relación con la Tierra, en la latitud de la pirámide. Con esto probó que desde su cima –entre los años 2000 y 1300 a.C.– era posible registrar a la medianoche de los solsticios de verano y de invierno, exactamente al norte frente a ésta, el tránsito de las constelaciones circumpolares Draco, Cygnus y de la Osa Mayor. Esa ubicación les permitió utilizar los movimientos de las cuatro estrellas principales de la Osa Mayor como un reloj. Las veían como las fauces de un gran jaguar cósmico que aparecía en la oscuridad, igual que el animal más poderoso de Mesoamérica.
17 colosales cabezas de piedra “hecha por el hombre” prueban que los olmecas vinieron de África
En las tierras de los alrededores de San Lorenzo y La Venta se encontraron 17 cabezas colosales de piedra. Todas formadas de un bloque de basalto o caliza, con pesos que varían entre 7 y 40 toneladas. Son el indicio más importante para demostrar que los olmecas provenían de África. Representan a jugadores del sagrado juego de la pelota, con su casco de caucho. Casi todas se encontraron enterradas, lo que indica que pertenecían al inframundo y se conectaban con las fuerzas telúricas del planeta. Se asumía que habían sido talladas de enormes bloques de piedra, traídos a través de montañas selváticas y pantanos, desde las canteras en la sierra de los Tuxtlas, situadas a más de 80 km de donde fueron encontradas.
Mover 80 km un bloque monolítico de basalto que pesa 40 toneladas, sin ruedas ni poleas, es realmente imposible. Sin embargo, se creía que lo habían logrado de alguna manera misteriosa e inexplicable. Algo similar a la falsa creencia de que los egipcios construyeron sus pirámides utilizando bloques cortados de piedra con pesos de hasta 70 toneladas, cuando simplemente para levantarlos del piso se necesita la fuerza de dos mil ochocientos hombres, para luego traerlos cientos de kilómetros por el desierto sin ruedas ni poleas, desde las canteras donde se cree que fueron tallados.
Los olmecas usaron una fórmula química egipcia para hacer sus colosales cabezas de piedra
Los egipcios construyeron sus pirámides y los olmecas fabricaron sus misteriosas cabezas con un método muy inteligente, sencillo y lógico, utilizado en la construcción de la primera pirámide del mundo, la pirámide de Saqqara. Lo lograron con una fórmula química para aglomerar polvo de diferentes piedras (como basalto, caliza o diorita), mezclado con agua, sal de natrón, cal y otros ingredientes. Con esto formaron una pasta de concreto que apisonaron en moldes –como se apisonaban las antiguas tapias de barro– para hacer bloques de piedra artificial que, al secarse, tienen toda la apariencia de piedra natural. Esto les permitió a unos y a otros traer desde las canteras el material en canastas sin aglomerar, preparar la pasta de concreto y luego moldear las cabezas o los bloques in situ. La fórmula fue descubierta por Imhotep, el canciller y arquitecto del faraón Zoser en Saqqara. Hay imprecisiones sobre el momento exacto en que fue construida la pirámide de Saqqara, pero se cree que pudo ser entre el 3200 a.C. y el 2900 a.C. Sin embargo, si correlacionamos ese evento con el momento en que los olmecas dicen que llegaron a América para comenzar su civilización, los dos sucesos debieron haber ocurrido alrededor del año 3100 a.C., para que ellos pudieran traer la fórmula consigo. Los egipcios construyeron con esa fórmula las 11 grandes pirámides, entre las dinastías 3 y 4, aproximadamente entre los años 3100 a.C. y 2900 a. C.
Con base en está información que encontré, produje en el año 2005, unos documentales para televisión, entre Paris y Egipto, con el científico francés Dr. Joseph Davidovits, Ph. D en Geopolímeros. la ciencia que estudia las reacciones y fórmulas químicas aglomerantes a temperatura ambiente. El tema de los programas: Cómo las grandes pirámides en Egipto se construyeron con bloques de piedra artificial –hechos con una pasta de concreto de caliza– que eliminó la necesidad de transportar millones de bloques de piedra, sin ruedas, sobre las arenas del desierto para luego tener que elevarlas, sin poleas, a una altura de 30 pisos. Y –para colmo de males– tener que cortarlas sin herramientas de metal duro, para ensamblarlas de manera tan perfecta con sus vecinas, que en cinco de sus caras no cupiera la carta de una baraja entre sus juntas. Ese ensamble, con todas las caras a distintos ángulos, es imposible de lograr cortando la piedra, aun con la tecnología actual.
Bloques de piedra artificial hechos con Alquimia
Piletas reactivas con agua del Nilo, en las que se preparaba el barro de piedra caliza. Se le agregaba sal de natrón, cal y arena del Nilo, convirtiéndolo en una pasta de concreto.
Zoser e Imhotep supervisan la construcción de la pirámide escalonada en Saqqara.
La primera pirámide fue construida con bloques artificiales de piedra caliza que, al secar, parecen piedra natural. La misma fórmula fue usada por los Olmecas para moldear sus cabezas colosales.
En la pirámide de Keops los egipcios utilizaron los primeros bloques que fabricaron, como molde de los que faltaban por fundir. Lo hicieron con el orden de un tablero de ajedrez: las blancas primero, las negras después. De esta manera, la pasta de concreto apisonada ajustaba perfectamente contra las piedras vecinas. A quien le interese ver una animación tridimensional que describe esta teoría, puede buscar ”Imhotep, El Tres Veces Grande” en Youtube, donde también encontrará partes de los documentales realizados con el Dr. Davidovits: ”Ari Kat I, La Revelación de las Piedras de las Pirámides” y ”Ari Kat II, El Alquimista que Construyó una Pirámide”.
Las colosales cabezas exhiben varias marcas que prueban que son de piedra ”hecha por el hombre”
Casi todas las cabezas tienen hundimientos o abolladuras circulares en la parte posterior y algunas en el frente, las cuales fueron ocasionadas cuando terminaban de fraguarse, es decir de secar totalmente. Los chamanes olmecas necesitaban liberar la piedra del molde que le daba la forma al rostro, para terminar de tallar y pulir la cabeza cuando aún tenía la consistencia semirrígida de la plastilina. Apoyaban varas de madera para empujar y colocar verticalmente la masa de piedra y éstas la abollaron dejando esos hundimientos redondos. El molde para aglomerar una cabeza de 20 toneladas con concreto de basalto debía ser fuerte y con los rasgos faciales invertidos en bajo relieve colocados contra la tierra. De esta manera el mismo peso del material ayudaba a imprimir las formas más difíciles de la cabeza, como son los rasgos de la cara. Las demás formas, el casco de hule y en algunas las orejas, son fáciles de tallar cuando la piedra aún no ha endurecido totalmente. En ese momento es muy fácil pulir, removiendo rebabas e imperfecciones con un cuchillo. Lo sé porque, en París, moldeamos un bloque de piedra artificial para el documental.
En el Parque Museo La Venta se aprecian cabezas con hendiduras que nadie tallaría y que fueron el resultado de la técnica utilizada. Hay un enorme bloque que exhibe muchos tasajos paralelos y hendiduras en distintas direcciones -como hechas con un palo- y abolladuras redondeadas. Es evidente que eso no fue tallado en una piedra natural rígida, lo cual sería un trabajo largo, tedioso y dificilísimo, puesto que el basalto tiene una consistencia extremadamente dura y no tendría ningún sentido darle esas formas caprichosas. Todo apunta a que las hicieron en un bloque de piedra artificial cuando su consistencia aún era blanda. No queda duda de que las cabezas debieron ser moldeadas con polvo aglomerado de basalto o de piedra caliza, que al secar adquiere todas las características de la roca natural. Que son de piedra ”hecha por el hombre”, con una fórmula química que los “sembradores de la cultura” olmeca trajeron desde Egipto cuando emigraron hacia el Nuevo Mundo.
Cabeza colosal Olmeca de piedra caliza. Mide 3 m de alto y pesa 18 toneladas, Museo de Xalapa.
Tasajos y hendiduras hechos en bloque de piedra ¨hecha por el hombre¨, Parque Museo La Venta.
Cabeza Colosal Olmeca con abolladuras circulares, Museo de Xalapa.
Los rasgos faciales negroides de las cabezas indican un tipo racial africano
Los rasgos faciales negroides de las cabezas colosales también nos indican que provienen de África. Tienen narices grandes y aplastadas, comisuras de la boca hacia abajo y labio superior muy grueso, lo que indica un tipo de raza negra, que no aparecería en América hasta que españoles y portugueses trajeron a los negros como esclavos en el siglo XVI.
Abolladuras y hundimientos traseros en cabeza Olmeca de piedra artificial, Museo de Xalapa.
Hendiduras y trazos en bajo relieve realizados en bloque de 3 mts. que aún no había endurecido.
Las deformaciones craneanas son una antigua costumbre africana
Las deformaciones craneanas de los olmecas también provienen de África, de allí trajeron su práctica de elongarse el cráneo. Esta es aún una antiquísima costumbre de la realeza de la tribu Mangbetu, originaria de las tierras entre Nubia y Sudán. Es probable que chamanes de esa tribu llegaran a Egipto para luego formar parte del grupo que emigró al Nuevo Mundo. Los mayas heredaron su costumbre de elongarse el cráneo para reposicionar la glándula pineal y aumentar el volumen y el flujo sanguíneo en el cerebro de los niños, que se convertirían en sacerdotes del Sol.
Los calendarios solares egipcio y olmeca medían el año de la misma manera
El Calendario Solar que los olmecas llamaron Haab es otro indicio: tenía un año de 360 días más cinco días fuera del tiempo que ellos llamaban los Way’Eb. Los egipcios tenían uno igual con un año de 360 días y cinco días fuera del tiempo llamados epagómenos, en los que festejaban el nacimiento de sus divinidades.
El Sistema Matemático Olmeca-Maya realmente es quincua-vigesimal y hay fuertes indicios de que también proviene de África
El Sistema matemático Olmeca-Maya realmente utilizaba dos bases numéricas: la base-5, que es una subbase, de la base-20. Representaba los cinco dedos de una mano y los 20 dedos sumados de manos y pies. Se conoce como sistema quincua-vigesimal y era utilizado en el antiguo reino africano de Kush. Su capital, Kerma, era una de las ciudades más antiguas de África. Su reino dominaba el territorio que hoy se conoce como Nubia y Sudán, de donde también era originaria la tribu Mangbetu, quienes tenían la costumbre de elongarse el cráneo, que luego heredaron los mayas. La lengua actual de sus descendientes –quienes en el Siglo XIX emigraron al centro de África– aún conserva raíces del sistema matemático quincua-vigesimal.
Muy seguramente, alrededor del año 3200 a.C., cuando los egipcios toman control del reino nubio de Kush –la tierra de Yam, el territorio en su frontera sur–, muchos guerreros Nubios, quienes eran apreciados por su gran habilidad en el uso del arco, pudieron establecerse en Egipto. Fortalezas militares egipcias ya habían sido construidas 266 km más abajo de la tercera catarata, para defender ese territorio. Lo llamaron Ta-Seti, que significa, el Reino del Arco. Es muy probable que muchos guerreros y chamanes de ese pueblo, emigraran con el grupo dirigido por sacerdotes egipcios que constituyó la nación olmeca.
En la siguiente entrega veremos cómo los mayas –alrededor del año 300 a.C.– comienzan a ampliar los conocimientos astronómicos, matemáticos y culturales heredados y se dedican a estudiar el Gran Ciclo Cósmico de 26.000 años. Veremos también cómo construyeron sus pirámides para verificar de una manera asombrosa la información que los sobrevivientes atlantes sembraron en Egipto. La que sus antepasados, los olmecas, trajeron al Nuevo Mundo, y con la que posteriormente elaboraron sus famosas profecías para estos tiempos.